Pues el 15 de Septiembre ha sido siempre para mi una fecha importante en mi vida por la parte nacionalista, por la parte familiar, por la parte histórica.
No importa por dónde la vea: es algo que ahí está y me gusta.
El empezar a ver cómo la ciudad se va cubriendo poco a poco de los colores patrios. El ver cómo surgen banderas de todos los tamaños en cualquier parte, cómo los negocios se engalanan con los tres colores (aunque esto para muchos sea pura comercialización), cómo incluso en las prendas de vestir se advierten una y otra vez los colores alusivos y cómo de pronto, como que de la nada, aparecen esos típicos carritos ambulantes llenos de banderas de todos tamaños y de rehiletes y de adornos tricolores y que a veces se paran en las esquinas y que otras veces andan por ahí en el arroyo vehicular empujados por sus marchantes y que hacen que ondeen esplendorosamente las banderas en lo más alto de ellos.
Me gusta esta fiesta.
Me gusta pensar en preparar la cena típica: tacos, tostadas, sopes, quesadillas, chilaquiles, quizás enchiladas. Ofrecerlo todo en hermosas cazuelas y bandejas de barro; servirlo en platos de barro o cerámica colorida sobre una mesa con mantel de colores chillantes y hermosos y arreglada con girasoles y papel picado y pequeñitas banderas en cada lugar. Ofrecer asimismo una canasta de dulces típicos y que cada quien tome lo que quiera: palanquetas, tamarindos de chiles y de dulce, jamones de pepita o de almendra, dulces de leche coronados por media nuez, o un poco de ate de guayaba o de membrillo. Y no se diga, ofrecer y tomar tequila o cerveza. Y para quien no bebe alcohol, tener ya listo un vitriolero (aunque sea chiquito) de agua de tamarindo o de jamaica.
Me gusta pensar en la música mexicana, ésa de mariachis tocando sones alegres para bailar y reir, pero también la música típica ya sea de Veracruz, de Oaxaca, de Nuevo León, de Jalisco, de Tamaulipas, de Yucatán; huapanguera, de jarabes y jaranas que te anima sólo de empezar a oir el primer acorde.
Me gusta adornar mi casa, por dentro y por fuera. No sólo poner la bandera en la parte de afuera de casa, sino también adentro y rodearme de el sentimiento, de la sensación.
Me gusta comunicar este gusto a mi familia. A mis amigos y compañeros de trabajo. A los niños que me rodean porque, he de ser sincera, ellos se alegran mucho con todo ello, no sé por qué.
Me gusta ver el grito. Y no me importa quién sea el presidente que lo lance. No me importan los colores partidistas o las tendencias políticas. De hecho se me olvidan. Veo el grito, grito ¡Viva México! cuando oigo la arenga aquélla que dice "¡vivan los héroes que nos dieron patria y libertad!"
Sí. Porque al fin y al cabo, la construcción de este país, se la debemos inicialmente a ellos. Y a todos lo que sin mencionar sus nombres en esta fecha tan significativa han ido haciendo este buen país en el que vivo ahora. Y que, a pesar de todo, seguimos contruyendo cada uno de nosotros los mexicanos que sí creemos que lo que hacemos cada día sirve para hacer este país grande. Sirve para tener patria y conservar la libertad.
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