Nuestra vida está hecha de momentos: alegres, difíciles, tristes, animosos, dolorosos, expectantes, inenarrables, sonrientes, de recogimiento, solidarios, penosos, furtivos, vergonzosos.
Son esos momentos y su recuerdo los que nos hacen cada vez más humanos.
Pero son también esos momentos los que nos atan muchas veces al pasado, añorándolos. Deseando de hecho que se repitan, los contamos a quienes podemos. A quienes nos quieran escuchar aunque sea por un momento.
Y quisiéramos también, en ese recuento, atraparlos con nuestras manos, cerrando firmemente nuestros dedos, hasta casi sangrar la palma, para evitar que se vayan, para evitar que se nos escurran como agua.
¡Ilusos! Eso somos ¡ilusos! cuando queremos atrapar de nuevo el instante en que sucedieron. ¡Como si no supiéramos que sólo vinieron a nuestra vida por una sola vez, para hacernos sentir cosas, para hacernos vivir todo y nada!
Y es por ello, por atrapar los momentos, que perdemos lo esencial: vivir el momento.
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1 comentario:
Me gusto me gusto, a veces pienso que somos una lagaña en los ojos de dios y quizas dios ya despierte, que esto puede acabar sin llevarnos buenos momentos.
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