Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






jueves, 20 de marzo de 2008

DIEZ

Era una tarde calurosa de finales de primavera. Apenas si se oían los gorjeos de algunos pájaros distantes. El viento soplaba levemente y contribuía así a hacer más lento el momento.
El silencio alrededor invitaba a no hacer nada, al aburrimiento.
Y en este ambiente apareció el Número





flaco, alto, erguido, bien plantado.
Animoso buscaba compañía sólo para no estar solo.
Nada ni nadie le hacían caso.
El perro, echado a la sombra de la bugambilia, lo vio con un ojo y bostezando ruidosamente, lo despreció.
Al perico le pareció que era muy recto como para hacerle caso.
Algunas
le hicieron el feo: era demasiado simple, era tan "sin chiste".
Las hormigas lo recorrieron de arriba a abajo y terminaron abandonándolo, pues era todo igual, por donde lo vieran.
El aire lo tumbó dos veces, pero él no se dió por enterado.
La lluvia apenas si lo pudo mojar; y en el estanque flotó sin más ni más, sólo apenas dejando unas ondas.

Pero nada de esto hizo desistir en su empeño al Número Uno.

"Busca y encontrarás" le había dicho, al partir, la Matemática. "Encontrarás a quien te haga compañía, a tu opuesto y a tu complemento, a aquéllo que sea la totalidad y la nada. Y también, al partir, le había entregado un papelito que debería leer cuando encontrara lo que buscaba. El Número Uno se puso el papelito a modo de visera en su cabeza y por eso lo ves así: 1

Habló con el pasto: eran demasiadas voces cuando le contestó. Con las mariposas también, y ellas lo invitaron a volar, y no pudo. Con las hojas de los árboles intenó hablar también, pero estaban muy altas y no lo escucharon.

Encontró un

que estaba muy ocupado juntando no sé qué, y hasta varios guijarros ¡y nada!

Empezaba a desanimarse cuando se sentó a descansar. Algo llamó su atención a lo lejos y observó detenidamente. ¿Qué era aquéllo? ¡Era un círculo! No, no. Más bien era ¡un óvalo!. Venía girando sobre su circunferencia de tal modo que a veces parecía alto y delgado y a veces chaparro y gordo. ¡Era gracioso en verdad! El Número Uno se paró rápidamente y espero que aquéllo se acercara. Ahí venía, directo a él. Hasta se irguió un poco más para parecer más grande. Y al fin aquéllo llegó ante él.

Se paró a su derecha, a su izquierda. Y al Número Uno esto le pareció maravilloso. Pensó haber encontrado lo que buscaba. Se presentó entonces:
─ Soy el Número Uno. Y tú ¿qué eres
─ Yo soy el Cero─ díjole aquél
─ ¿Quieres quedarte conmigo un momento y hacerme compañía?
─ ¡Sí! ¿de qué lado tuyo me pongo?
─ No importa, del que quieras
─ Bueno, pues a tu derecha. ¡Ya! ¿cómo me veo? ¿Cómo nos vemos así? ¿Y si me pongo a tu izquierda? ¿qué tal?
─ Bien, muy bien. Hasta parecemos otros. ¡Busquémonos un nombre!
─ Mmhh... pues, Uno-Cero.
─ No, es demasiado obvio. Inventemos uno. Mira: yo soy flaco y alto; tú eres redondo y más bien chaparrito. ¿Te habías dado cuenta? ¡somos opuestos!
─ Pero la verdad, nos vemos muy bien así, uno al lado del otro. Movámonos al estanque para ver nuestro reflejo. Y así lo hicieron, y esto vieron


Y así nació el DIEZ.

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2 comentarios:

Al6665 dijo...

jaja me gusto, me imagine la historia en versión hexadecimal y binaria.

Saludos!!

Sales Man dijo...

excelente! cuento muy original.

gracias!