Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






martes, 14 de febrero de 2012

14 DE FEBRERO

Sinceramente, nunca había yo visto a tanta gente con regalos en las manos: globos, bolsas, osos de peluche, dulces, chcolates, macetas con flores vivas, flores distintas en ramos hermosos o solamente envueltas en celofán con algún listón.
Ni siquiera había visto esto en la Navidad.
Aunque la mayoría de los que llevaban los regalos eran jóvenes. Y digo la mayoría, porque había gente de cualquier edad con algo (regalo) en las manos. Ya sea que lo fuera a dar o lo hubiese recibido; eso es lo de menos.
Y dos regalos me llamaron la atención:
1) a media tarde, rumbo a la escuela, sin tanto calor, pero con un entorno muy despejado que permitía ver los cerros del Ajusco, ya plagados ahora de casas y enmarcados por un azul de cielo y blanco de nubes que contrastaban fuertemente con lo pardo de los cerros, apareció, hacia otro rumbo del horizonte y sólo por efecto de la curva que la micro tomó, ahí a lo lejos una hermosa imagen: el Iztlacíhuatl, todo nevado, blanquísimo y cerca, muy cerca a la vista. Hoy la naturaleza nos regaló a todos los capitalinos que lo quisiéramos ver, una imagen ya poco vista de un hermoso volcán. Yo lo agradecí.
2) caminando ya en la noche, hace poco rato, por las calles de mi casa, ví a una pareja joven, caminando y platicando animadamente. Ella llevaba en sus manos ¡siete globos!, además de una bolsa de papel con algo adentro; y él cargaba un oso de peluche tamaño gigante en un color claro (blanco no era). Yo pensé que seguramente se quiere mucho esta pareja y por su juventud se demuestran así su amor.