─ ¡No puede ser, maestra, que no use usted un celular!
─ ¿Y por qué no...? ¿qué tiene de malo?
─ Pues que está usted desconectada de lo último...
─ No, no, no. El no traer uno no significa que no utilce, según usted, lo último. Perdón... pero ¿lo último de qué? ¿de la moda? ¿de la tecnología? ¿de los best-sellers? ¿de la comida? ¿de la bebida?
─ Maestra, por favor, no me salga con esas disertaciones ¡y menos a esta hora!
─ No son disertaciones... A ver, ¿qué es para usted lo último?
─ Maestra, sólo le hablo del celular.─ Y mi interlocutor, se movió de pronto, como espantado diciéndome "permítame por favor" y contestó su celular.
Yo me quedé esperando a que terminara. Un minuto, dos, creo que tres. Aproveché para revisar rápidamente mi agenda de bolsillo, tipo inglesa, donde apunto no sólo mis citas por hora, sino también muchos teléfonos que nunca voy a incluir en mi directorio porque son irrelevantes para mi vida, pero se vuelven importantes en ciertos momentos. Al fin, terminó el hombre.
─ ¿Ya arregló su asunto?
─ Sí. Era mi esposa. Me habló para recordarme que tengo que pasar por la ropa a la tintorería y comprar la carne en el super y ahí mismo pagar el predial ¡Como si no supiera yo lo que hay que hacer! A ver... ¿por qué me llama para eso? Mire, maestra. Ya todo lo traigo aquí agendado en el celular porque cuando terminemos de trabajar, diez minutos después, suena una alarma que he puesto para que nada se me olvide, veo la pantallita de este celular y ya. Así de fácil.
─ Sí.
─ Pero, ¿en qué estábamos antes de que nos interrumpieran? Ah, sí, de por qué no usa usted un celular.─ Y otra vez volvió a moverse sobresaltado mi interlocutor, sacó su celular que antes había puesto ya en su bolsa y volvió a decirme "permítame un momento". Esta vez se paró y se fue a un rincón a contestar la llamada, como que muy sospechosamente (Bueno, al menos de eso hizo los ademanes, ¡a mi qué!).
Ahora mi espera fue más larga, lo suficiente para terminar de checar un par de datos en la agenda y sacar la novela que estoy leyendo y aventurarme en ella por una página solamente porque el hombre regresó con una sonrisa de oreja a oreja.
─ ¿Buenas noticias...? ahora sí pregunté
─ Claro, claro... Pero, no le puedo contar
─ No. No hace falta. Sólo hice el comentario por la cara que puso.
─ Sí. Sí son buenas noticias. Más bien diría yo que son excelentes. Pero, discúlpeme...
─ ¡Qué! ¡¿otra llamada?!
─ No, maestra. Discúlpeme que no le platique
─ No tiene por qué disculparse. No importa.
─ Bueno, estábamos en las causas por las cuales usted no trae un celular
─ Sí
─ ¿Ya vió éste que acabo de comprar? Es de última generación. Además vea usted qué bonito aparato. No es sólo el color, es la presentación, lo delgado, la estética...─ y me lo puso en las manos. Yo, ignorante en estos menesteres, lo ví igual que otros, quizá un poco más bonito, pero nada del otro mundo. Claro que no externé mi opinión. Le daba vueltas en mi mano, queriendo saber qué mirar. Cuando en esto estaba, que salto del susto, ligeramente, pero sí salté y el aparato salió volando de mi mano. El hombre, en un movimiento instintivo, lo alcanzó en el aire.
Había sonado nuevamente el teléfono. Bueno, más bien había vibrado, pero con tal violencia, que a mi, que no estoy acostumbrada a estas cosas, realmente me asustó. Por eso lo aventé.
Sin que me dijera nada, pero imaginándome un "discúlpeme, por favor", el hombre se alejó otra vez.
Yo esperé nuevamente. Pero creo que ahora sí me cansé de hacerlo.
Pensé, muy en mis adentros, que qué falta de respeto. Contestar cada vez que te llaman. Interrumpir lo que haces con otros para contestar con el argumento de que para algo te necesitan. Qué falta de respeto al tiempo de los otros, a la atención que le debes al interlocutor ya sea por trabajo, o por distracción. Es así como le das más importancia al que te llama que al que tienes enfrente.
─ Perdón, otra vez, maestra. Ahora era uno de mis hijos para preguntarme si voy a pasar o no por él saliendo de la escuela. No sé por qué me llama, si ya sabe que sí.
─ Si, ¿verdad? Los hijos no debieran a uno llamarle para eso.
─ ...y tampoco para otras cosas. Imagínese, recibo muchas llamadas de mis tres hijos, de mi esposa, de uno de mis socios, sólo para preguntar nimiedades: que si esto o que si aquéllo, que si vienes, que si vas, que no se te olvide, que a qué horas.... Y no se diga los mensajes que me mandan. A veces ni siquiera los puedo leer con ese montón de letras que ¡me cuesta un trabajo y es realmente una pérdida de tiempo! Pero, perdón, maestra, ¿en qué estábamos?
─ Me preguntaba usted por qué no uso celular.
─ Ah, sí ¿por qué no usa celular? No lo entiendo...
Yo, ya no contesté.
Incluyo un fragmento de la siguiente noticia, aparecida el día de hoy y que me ha sorprendido:
Washington, AFP (27 Sept.2008)
El posible vínculo entre el uso de teléfonos celulares y el cáncer de cerebro podría parecerse a la relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón, que la industria tabacalera y la sociedad demoraron 50 años en reconocer, advirtieron científicos estadounidenses ante el Congreso.
“No debemos repetir lo que ocurrió con la relación entre el cigarrillo y el cáncer de pulmón, cuando nuestra nación esperó hasta afinar cada mínimo detalle de la información antes de advertir al público” , dijo ayer David Carpenter, director del instituto de Salud y Medio Ambiente en la Universidad de Albany (Nueva York), ante la Cámara de Representantes.
Actualmente la ciencia está dividida respecto a los efectos biológicos de los campos magnéticos emitidos por teléfonos celulares.
Carpenter y Ronald Herberman, director del instituto de cáncer en la universidad de Pittsburgh (Pensilvania, este), dijeron a la Comisión de Reforma que el riesgo de cáncer cerebral por el uso del celular es bastante más grande para los niños, que tienen cerebros más vulnerables, que para los adultos.
“Debemos tomar precauciones aunque no tengamos una evidencia concluyente de la magnitud del riesgo”, sobre todo para los niños, dijo Carpenter.
“Tomando en cuenta los 70 años que nos tomó retirar el plomo de la pintura y los 50 años que tardamos en establecer convincentemente el vínculo entre el hábito de fumar y el cáncer de pulmón, pienso que debemos aprender de nuestro pasado y hacer un mejor trabajo al interpretar la evidencia de riesgos potenciales”, dijo Herberman.
La mayoría de los estudios que “alegan que no existe un vínculo entre celulares y tumores cerebrales están desactualizados, tienen problemas metodológicos y no incluyeron un número suficiente de usuarios de celulares a largo plazo”, explicó Herberman.
Un tumor en el cerebro demora cerca de una década en desarrollarse, dijeron los científicos, y estos estudios existentes califican como uso “regular” la utilización de un celular sólo una vez por semana.Para contrarrestrar estos estudios que según Carpenter y Herberman son poco fiables, los científicos citaron trabajos europeos, en particular de Escandinavia -cuna del celular-, que muestran un vínculo entre el uso frecuente del celular y tumores benignos y cancerosos.
Una reciente investigación sueca del científico Lennart Hardell afirma que un usuario regular tiene dos veces más riesgos de desarrollar un tumor en el nervio auditivo del lado donde utiliza el aparato, que en el lado que no usa.
Además un estudio israelí determina un alza de 50% en las posibilidades de desarrollar un cáncer en la glándula salival. “Esto también ocurre en el lado de la cara que se utiliza más frecuentemente para hablar por celular”, precisó Carpenter.
Y según un comunicado científico de septiembre de la Real Sociedad de Londres, los adolescentes que comenzaron a usar celulares antes de los 20 años tienen cinco veces más posibilidades de desarrollar cáncer de cerebro a los 29 que aquellos que no tienen celular.
Herberman presentó además a los legisladores un modelo que mostraba cómo la radiación de un celular penetraba más profundamente en el cerebro de un niño de 5 años que en un adulto.
Agregó que, así como los paquetes de cigarrillos tienen mensajes de advertencia de riesgo de salud, los celulares “necesitan una mensaje de precaución”.
“Esto es un grave problema de salud pública. Se trata de un llamado al gobierno para que financie investigaciones y a la FCC (la autoridad reguladora de telecomunicaciones) para que revise sus normas técnicas”, insistió Carpenter.
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