Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






jueves, 25 de septiembre de 2008

MÚSICA

─ ¡No sea música! ─ dijo Salvador a Adrián lanzando una carcajada y dándole un empellón
─ ¡Oh, ps! ¿qué quieres...? ¡si no me sale!─ respondió Adrián aventando la guitarra a un lado
Salvador se movió muy rápido para agarrarla y evitar un golpe al instrumento.
─ ¡Órale, órale, mi buen...! Fíjese bien... Hasta parece principiante. (La verdad es que Adrián sí era principiante) ─A ver, va de nuez...
Adrián sin muchas ganas volteó a ver a su cuate de tanto tiempo. Chupó una vez más el cigarro, dio el golpe cual debe de ser y echó el humo ruidosamente. Luego, puso su cigarro prendido entre las cuerdas del clavijero de la guitarra y empezó nuevamente. Salvador lo miraba atento, con su cigarro entre los labios y le daba las instrucciones nuevamente, de forma tranquila, como que apretando los dientes y entrecerrando los ojos para evitar que el humo se le metiera.
─ A ver mi buen. Póngase listo y mire y haga lo que se le dice
Adrián hizo lo que se indicaba, pero lo hizo mal y ¡zape! nuevamente.
─ Ya le dije que no sea música. Ps, ¿qué no ve?: ¡ésta es do sostenido! ¡Fíjese!
Adrián tenía muchas ganas de aprender. Quería tocar como lo hacía Salvador pero, ¡no se le daba! Quería tocar algo sencillo, como música de Cuco Sánchez, o de perdida de José Alfredo Jiménez, que ésas, dicen, son fáciles. Quería aprender música para cantarle algo a su chava de vez en cuando y que ella, al terminar, le premiara con un beso y un abrazo de admiración. Quería aprender algo de música, quizá algún bolero, uno de ésos que dicen que se tocan en "círculo de do" y acompañar a los ñeros a dar serenata, pero ahora él también tocando la guitarra. Es más, él quería llevarle una a la chava con la que ahora andaba.
Sabía que si aprendía algo de música, a tocarla, sus cuates y él estarían super bien en las reuniones, y quizá hasta podrían llegarle a alguna niña y luego ir...
─ ¡Ora, hijo de...! ¿en qué piensa?─ y otro zape acompañó la llamada de atención. ─ Practíquele, si no, ps, me voy a ir...
─ No, Salvador, no. Orita mismo me pongo las pilas y vas a ver que me sale.
─ Ándele, mi amigo. Ahí lo dejo un rato. Voy por unas chelas y unas botanas porque ya hace hambre. Practíquele mucho, hasta que le duelan los dedos.
Y Salvador salió.
Adrián en serio lo admiraba. Este cuate tocaba de todo: rancheras, boleros, trova, ¡hasta por nota sabía! y cuando requinteaba ¡sí la hacía! La verdad es que qué bonito sonaba la música que él sabía sacarle a la guitarra. Hasta pensó alguna vez que Diosito le había bendecido de esa manera. "Me cae que sí", se repetía Adrián mirando para quién sabe dónde, deseando un día parecerse a su cuate Salvador.
Y como ése era su afán, siguió practicando, practicando. Tanto, que hasta pensó que esa monotonía, esa repetición de pisadas y acordes tenía ya la apariencia de verdadera música.


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2 comentarios:

Alecktorofobica dijo...

a pero que buen Huapango.. rico eh!! de verdad que lo disfrute.. =D

Tu Gitana dijo...

son tantos los objetivos que persigue la musica... saluditos!