LA COTORRA
1. Era un padre Don Gil tan mentecato
y en educar a sus hijos fue tan nulo,
que la negra impiedad, el desacato
hallaban a sus ojos disimulo;
siendo siempre su frase acostumbrada:
“¡Pse! cosas de la edad: ¡Eso no es nada!”
2. Tantas veces soltó la frasecilla
que la aprendió a decir una cotorra;
aplicando tan bien la taravilla,
que, apenas siente la infernal camorra
que suscitan los chicos, la taimada
entona con afán: ¡Eso no es nada!
3. Mas los niños se hicieron zagalones,
y a su padre devoran pesares,
y cuando el infeliz sus aflicciones
sin consuelo lamenta por millares,
execrando a su prole malhadada,
la cotorra repite: ¡Eso no es nada!
4. Ya de un hijo se encarga la justicia
por yo no sé qué fraude o qué violencia:
ya del otro recibe la noticia
de que herido salió de una pendencia;
y, al maldecir su suerte desastrada,
cántale la cotorra: ¡Eso no es nada!
5. Pero, al cabo, ya es fuerza que se enoje,
y en sus hijos la cólera desfoga.
Mas uno, el más audaz, al padre coge
y, entre sus manos, con furor lo ahoga,
y al despedir el ánima angustiada,
la cotorra le dijo: ¡Eso no es nada!
6. ¡Ay padres! ¡madres! Que en piedad y en orden
no educáis vuestros hijos: ¡indolentes!
Cuando, al fin, en los vicios se desborden,
serán vuestros verdugos inclementes;
y caro pagaréis la inocentada
de decirles a todo: Eso no es nada.
C. Fernández (Cádiz, 1820-1901)
1. Era un padre Don Gil tan mentecato
y en educar a sus hijos fue tan nulo,
que la negra impiedad, el desacato
hallaban a sus ojos disimulo;
siendo siempre su frase acostumbrada:
“¡Pse! cosas de la edad: ¡Eso no es nada!”
2. Tantas veces soltó la frasecilla
que la aprendió a decir una cotorra;
aplicando tan bien la taravilla,
que, apenas siente la infernal camorra
que suscitan los chicos, la taimada
entona con afán: ¡Eso no es nada!
3. Mas los niños se hicieron zagalones,
y a su padre devoran pesares,
y cuando el infeliz sus aflicciones
sin consuelo lamenta por millares,
execrando a su prole malhadada,
la cotorra repite: ¡Eso no es nada!
4. Ya de un hijo se encarga la justicia
por yo no sé qué fraude o qué violencia:
ya del otro recibe la noticia
de que herido salió de una pendencia;
y, al maldecir su suerte desastrada,
cántale la cotorra: ¡Eso no es nada!
5. Pero, al cabo, ya es fuerza que se enoje,
y en sus hijos la cólera desfoga.
Mas uno, el más audaz, al padre coge
y, entre sus manos, con furor lo ahoga,
y al despedir el ánima angustiada,
la cotorra le dijo: ¡Eso no es nada!
6. ¡Ay padres! ¡madres! Que en piedad y en orden
no educáis vuestros hijos: ¡indolentes!
Cuando, al fin, en los vicios se desborden,
serán vuestros verdugos inclementes;
y caro pagaréis la inocentada
de decirles a todo: Eso no es nada.
C. Fernández (Cádiz, 1820-1901)
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