Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






lunes, 20 de octubre de 2008

MILES DE EMOCIONES

De pronto sonó el teléfono.
"¡Qué flojera!" pensé, tener que contestarlo, ahorita que ya me estaba quedando dormida. "¡Que suene, yo no contesto" y me dí la vuelta. No sé algo me decía que tenía que contestar.
─ ¿Bueno?, dije con voz más bien apagada
─ ¡Hola! soy yo... Oye, ¿qué haces...?
─ Nada, nada... ¿qué pasa?
─ Oye, descuélgate para el Auditorio ¡conseguí los boletos! ─ me dijo muy animado
─ ¿Si...? ¿en dónde?
─ Pues hasta arriba. Ya no había más abajo. Está todo agotado, pero sí los conseguí. Vente. Aquí te espero
─ Órale, voy para allá... Lo que me tarde en llegar.... ¿dónde te veo?
─ En las escaleras... Yo estoy al pendiente de ti...
─ Bueno, ya voy saliendo─ le dije y colgué.
Tomé algo para taparme, la bolsa, las llaves y ahí voy.
Estaba cansada, pero también tenía ganas de ir, así que me animé y me apuré pensando en cómo llegar más rápido. Pues lo mejor era tomar el Metro. El Auditorio Nacional está lejos de mi casa, pero lo más seguro y rápido era sin duda el Metro. Y así lo hice.
Conforme avanzábamos en las estaciones mi ánimo crecía. ¿Hacía cuánto tiempo había querido ir a ver a Juan Manuel Serrat? Hace mucho.... Pero no lo había hecho por muchas razones: personales, de dinero, de ánimo, de circustancias... y hoy, una llamada me había sacado de mi rutina para ir a verlo ¡qué emoción!
Mi corazón latía más rápido cada vez. "Tranquila" me decía yo, "sólo es un concierto. Sí, pero es con Serrat".
Llegué al fin al Auditorio Nacional.
Ahí estaba Sergio esperándome, de pie en el segundo bloque de las escaleras amplísimas del Auditorio. Nos sonreímos. Nos saludamos dándonos un beso y un abrazo. En verdad estaba yo complacida.
Entramos al fin después de unas filas medio largas de gente y previa revisión de las bolsas (No fuéramos a llevar una bomba, granada, arma o algo así)
Entramos y nos asignaron nuestro lugar arriba, muy arriba. No importa. Ya estábamos ahí.
El público, decentemente, a las ocho pidió con aplausos la salida del artista.
Nada.
Por fin salió primero el pianista. Aplausos. Algunos...
Y al fin salió Juan Manuel Serrat: de mezclilla lavada, camisola y zapatos (creo que de gamuza) cafés y su guitarra. ¡Aplausos! Muchos, nutridos, largos. Gritos diciéndole que se le admiraba. Él sólo sonreía (bueno eso lo ví porque se le veía la expresión del rostro en las dos pantallas gigantes).
Juan Manuel Serrat, a lo lejos, se veía muy pequeño. Pero el hombre es grande. El artista es grande. Y comenzó con "Cantares" (Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar...)
Es asombroso ver tamaño escenario lleno con la figura de un solo hombre (y su acompañante al piano). Lleno con la figura de un hombre que no necesita más que luz, un par de reflectores, su guitarra, su voz, su sentimiento para llenar el Auditorio Nacional ¡y echarse a la bolsa a un teatro de ese tamaño!
Es asombroso oir a un hombre que le canta al amor (porque te quiero a ti, dejé los montes y me vine al mar) a la entrega (para la libertad,...sangro lucho y pervivo y.. mi cuerpo doy a los cirujanos), al abandono (¡pobre infeliz! se paró su reloj infantil, cuando se fue su amante), al optimismo (hoy puede ser un gran día, y mañana también), al día a día (perdona, Benito, que me ponga tus calcetines encima de los míos), a la posibilidad (si hubiera sido mujer, me llamaría Joana), a la soledad (y le pone flores a los recuerdos), a la circunstancia (qué le voy a hacer si yo, nací en el Mediterráneo). Y además se da el lujo de decir proverbios orientales.
Dos horas estuvimos, que para mi fueron muy rápidas. Salió tres veces a fuerza de aplausos del público que nos poníamos de pie y coreábamos ¡Otra, otra! ¡yo todavía no me canso!
Llegué a casa, de mejor ánimo. De un ánimo distinto al que salí.
Y percibí que hoy, había vivido en unas pocas horas, miles de emociones.

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