Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






viernes, 10 de julio de 2009

LA TORTUGA Y LA HORMIGA

En un pozo, una tortuga
a cierta hormiga decía:
─ En este mísero invierno,
dime, ¿qué comes, amiga?
─ Como trigo ─le responde─,
y maíz y otras semillas,
de las que dejo en otoño
mis bodegas bien provistas.
─ ¡Ay! ¡Dichosa tú!─ exclamaba
la tortuga muy fruncida─:
¡Qué buena vida te pasas!
¡Qué bien te tratas, vecina!
Mientras yo, ¡pobre de mi!,
en este pozo metida
todo el año, apenas como
una que otra sabandija.
─ Pero en ese largo tiempo,
¿qué haces? ─pregunta la hormiga.
Y la tortuga responde:
─ Yo, a la verdad, día por día
me estoy durmiendo en el fondo
de este pantano o sentina,
y es raro verme en el suelo
arrastrando la barriga.
─ Pues entonces no te quejes
─le contesta la hormiguilla─
de las hambres que padeces,
ni de tu suerte mezquina:
porque es ley muy natural,
y al hombre también se aplica,
que al ser que nunca trabaja,
la penuria lo persiga.

José Joaquín Fernández de Lizardi

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