Hasta hace un momento, leía yo las referencias que al Quijote hacen distintos autores, ya sea en sus novelas, ensayos, poesías, etc. Igual hay españoles, que ingleses, franceses, rusos.
Es muy variada la referencia. Es muy distinto el trato, aunque siempre amable y, hasta diría yo, con cierto respeto y reverencia.
Todo lo anterior me llevó a recordar la imagen que ahora adjunto.
Ya la había yo puesto en otra entrada.
La recordé porque al leer disertaciones filosóficas, al leer poesía o fragmentos de novelas pensé algo muy simple: el Quijote sale en cualquier libro. El Quijote sale de cualquier libro.
¿Por qué?
Pues simplemente porque cada vez que leemos algo bueno, cada vez que nos introducimos en el mundo que otros han creado (escribiendo) para nosotros emergemos ─en el momento de terminar la lectura─ como verdaderos Quijotes de las páginas leídas.
Emergemos transformados en otra persona que busca, a veces sin encontrar, otro enfoque de la vida, otra posibilidad de enfrentar la diaria labor con distintas armas y aún con desvencijada armadura.
Y no importa si nuestro Rocinante es más remedo de algo que quiso ser y no fue.
Y tampoco importa si tenemos al lado a algún Sancho que a veces nos acompaña creyendo en nosotros, y que a veces nos acompaña por no dejarnos solos en la aventura. Pero siempre nos acompaña.
Somos Quijotes en esta vida si con cada una de nuestras acciones creemos en lo que hacemos, en lo que soñamos, en lo que inventamos.
Y no importa si alguien luego nos pone enfrente de un espejo y nos enseña nuestra verdadera imagen. Y nos hace caer. Y nos hace desistir.
Seguiremos siendo Quijotes. Si eso es lo que queremos.
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