Piano sereno, que invita al pensamiento, a la reflexión, al análisis. Invita también a los recuerdos bellos. Eso es lo que tiene la música del Romanticismo: la invitación.
Y me ha invitado también a escribir sobre ellos. Sobre los hombres, lo uso en plural, pero que para cada mujer es uno solamente: ése que ha dejado su huella en nuestra vida.
Y es sólo uno.
Es ése especial. Ése que, aunque pasen los años, los hijos, los recuerdos, las alegrías y las penas sobresaldrá en ciertos momentos y nos arrancará una sonrisa, leve y apenas perceptible, pero de un gran significado.
Estoy cierta que en la vida de cada quien hay alguien.Y cuando ese alguien es sólo recuerdo, es sólo pasado, pues así se queda. En eso: sólo recuerdo, sólo pasado.
Pero cuando ese alguien vuelve realmente a nuestra vida, todo se cimbra. Y más si vuelve como si nada hubiera pasado. Como si los años no contaran. Como si las angustias, las sonrisas, los afanes y las arrugas no hubieran marcado la vida.
Hay algunos hombres que después de muchos, muchos años regresan sonriendo, saludando y preguntando solamente "¿cómo has estado? ¿cómo te va?". Y te saludan de beso, tan animosos como si apenas ayer los hubieras despedido. Y se sientan, y platican y sonríen. Y luego se despiden esperando volver mañana reanudando algo que al parecer, han dejado inconcluso.
¿Por qué vuelven? ¿Por qué...? ¿Qué buscan? ¿Qué quieren?
¿Qué no saben que si se fueron y abandonaron un camino al lado nuestro es porque así lo decidieron?
¿Qué esperan? y ¿para qué?
Son muchas las preguntas. Demasiadas.
Las respuestas dan vueltas en mi cabeza sumiéndome en un torbellino del cual quisiera salir y no estoy muy segura de hacerlo de manera limpia.
En fin, al tiempo...
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