Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






martes, 16 de octubre de 2007

DARÍO Y ALEJANDRO

Al regresar Alejandro Magno de Armenia, levantó su tienda de campaña a orillas del río Astukhus, amenazando aún las posiciones de Darío. Y éste le escribió directamente, como sigue:

DE DARÍO A ALEJANDRO
DESDE LA CAPITAL de los Reyes del Mundo:
Mientras el sol brille sobre la cabeza de Iskander (Alejandro), el ladrón, sepa éste que el Rey del Cielo me ha otorgado el dominio de la tierra y que el Todopoderoso me ha concedido la superficie de las cuatro regiones. La Providencia me ha distinguido asimismo pro
minentemente con la gloria, la exaltación, la majestad y multitudes de fieles campeones y vasallos.
Nos ha llegado la nueva de que has reunido a tu alrededor un número de ladrones y réprobos, cuya multitud ha exaltado a tal punto tu imaginación que te propones, con su cooperación, procurarte la corona y el trono, asolar nuestro reino y destruir nuestras tierras y pueblo.
Resoluciones tan drásticas están perfectamente de acuerdo con la infatuación de los hombres de Room (Roma, es decir, Europa). Te conviene ahora, al leer el contenido de esta epístola, regresar de inmediato al lugar del que partiste. En cuanto al criminal movimiento que has originado, no te alarmen nuestra majestad y severidad, puesto que todavía no figuras entre aquellos que merecen nuestra venganza y castigo. ¡Observa! Te envío un cofre lleno de oro y un asno cargado de sésamo, para darte con ambos una idea de la inmensidad de mis riquezas y poder.
Te mando también un flagelo y una pelota: esta última para que puedas divertirte con un entretenimiento adecuado a tu edad; el primero, para que te sirva de castigo.

Al recibir esta carta, Alejandro ordenó que fuesen capturados y muertos los embajadores que la habían llevado, pero los aterrados cortesanos imploraron su clemencia. Alejandro cedió finalmente y envió su respuesta a Darío.

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