Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






martes, 1 de abril de 2008

LO DEL DIARIO

No sé qué pensar.
Leo tres o cuatro cosas sobre la autoestima, sobre el amor a uno mismo y lo valioso que uno es y ¡uf! ¡me voy para arriba!: "Caray, ¡qué buena soy!", pienso; "¡qué bien hago las cosas!"... y mil ideas más por el estilo.
Y voy sonriendo por la vida. Por ese tramo de vida que transito acompañada de desconocidos (léase: voy en el transporte público rumbo a mis deberes, o sea, a mi trabajo.) Pero eso sí, voy sonriendo, satisfecha conmigo misma.
Paso bien ese rato. Y así sigo sonriendo, diciéndome a mí misma "¡Qué bárbara! ¡qué hábil eres! ¡qué bien lo haces!" Y hay que decirlo: el trabajo va saliendo bien y por lo tanto, el día transcurre bien.
Y así voy a casa de regreso, bien animada, bien buena onda.
Y una llamada o un recado escrito así, de pronto, me hace sentir mal. Me hace sentir aplastada, pisoteada y me hace sentir que no tengo importancia.
¿Por qué?
¿Por qué los aplausos se van? ¿por qué los trofeos se llenan de polvo? ¿por qué lo que se gana es olvidado?...
Aquí retomo mi inicio: no sé qué pensar.
Pero sí sé que a veces es bueno que nos traten con ternura, con sumo ciudado, con delicadeza...

1 comentario:

Al6665 dijo...

hay veces... es cierto, hay veces que se necesita