Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






martes, 11 de septiembre de 2007

HAY OTRA OPCIÓN

La Sra. Aurelia trabajaba de sirvienta (mucama, doméstica, criada, chacha, auxiliar, fámula) en mi casa.
Tenía esposo, al que le decía ‘el Borracho’. Tenía tres hijas, Ma. Elena, Glafira y Elvira, quienes venían a casa a jugar con nosotros cada vez que se podía y que no era muy seguido, por cierto. Brincábamos la reata, jugábamos canicas o encantados, corríamos con el perro, nos subíamos a las bardas, pateábamos la pelota y muchas cosas más. Y eso nos hacía reir mucho.
La Sra. Aurelia nos contaba también su vida: había sido hija de un ranchero que tenía tierras y ganado. Sus padres, como quien dice ‘las podían’. Pero ella se enamoró de uno de los peones y a pesar de las negativas de sus padres se casó con él cambiando así su regalada vida por una de pobrezas y sufrimientos ya que el hombre, no sé por qué, le dio mala vida.
La Sra. Aurelia hacía en mi casa aquel trabajo que no se ve, que no se aprecia, pero que hace que la familia viva a gusto, el trabajo doméstico: limpiaba, ayudaba en la cocina y las recámaras, recogía la ropa, nos servía la comida y también nos platicaba cosas o nos daba pequeños consejos para hacer nuestra vida más fácil. Ella nos decía que si dolía la cabeza, había que ponerse unos chiquiadores de ruda; si hacíamos corajes se tenía que comer un bolillo (¿o sólo el migajón?..., ya no me acuerdo) y tomar después un té de boldo para quitar lo amargo; si una mujer ‘estaba en sus días’ había que tomar un té de orégano, ¡y tantas cosas más!
Ahora lo pienso, cuánta sabiduría en una sola y sencilla mujer.
Además, cuando se ponía a cocinar y más cuando cocía los nopales, les hacía la señal de la cruz, para que quedaran buenos y verdecitos. Y también decía “en el nombre sea de Dios” cuando en nuestra curiosidad le pedíamos que nos enseñara a sembrar las semillas de las naranjas, manzanas o duraznos que nos comíamos. “Pero no lama las semillas, niña”, me decía, “porque si no, ya no sale la plantita”.
La Sra. Aurelia nos llamaba a todos ‘niños’ y luego decía nuestro nombre, aunque ya de niños no teníamos nada. Y al dirigirse a mis papás les decía ‘señor’, ‘señora’ con mucho respeto y muy lejos del servilismo.
Un día en la cocina estábamos la Sra. Aurelia y yo. Ella terminaba de hacer la limpieza de una alacena y yo, nada más la miraba. Platicábamos. No sé por qué, no me acuerdo, me preguntó que cuándo me iba yo a casar. Yo le contesté que no sabía. “¿Pues qué no tiene con quién?” “No”, yo le contesté, “pero no me importa. Ya habrá alguien”. Ella dejó de hacer lo que hacía y me dijo: “No niña, búsquese a alguien con quien casarse. No se vaya a quedar sola. Eso sería muy feo. La soledad es muy fea, niña. Hágame caso”. Lo único que yo contesté fue que ya habría tiempo para pensar en ello. Y ella me repitió: “Búsquese a alguien y cásese. La soledad es muy fea”, y siguió haciendo su limpieza.
Yo me paré de donde estaba y empecé a dar vueltas en la cocina. Iba de aquí para allá. Ella, seguía en lo suyo. Pensaba en lo que me había dicho. “Oiga, Sra. Aurelia, ¿por qué me dice usted eso?”
Ella no volteó a verme, y sin dejar de hacer las cosas me repitió: “La soledad es muy fea, niña… ¡Cásese! Búsquese un hombre que le haga compañía, tenga sus hijos. Y así no se quedará solita.”
Yo, la verdad, me quedé intrigada. ¿A qué venía tanta insistencia? ¿Por qué tanta vehemencia? Y le seguí preguntando. Ella sin dejar de hacer sus cosas, me repetía lo mismo.
Yo entonces le dije: “Oiga, señora, cómo me dice eso, si a usted no le ha ido tan bien que digamos en su matrimonio. No entiendo.”
Y ahí fue cuando ella se paró, me vio de frente, y muy decidida me dijo: “Niña, a ver, dígame, pero contésteme con la merita verdad ¿No dicen que las mujeres que no se casan son unas ‘quedadas’? Yo no quiero eso para usté. Y ¿sabe por qué lo dicen? Pues porque se quedan a vestir santos. Y yo creo que eso es muy feo. Por eso le digo que se busque un hombre…. A ver, contésteme, qué prefiere, ¿vestir santos o desvestir borrachos?”
Yo solamente contesté: “Ni una cosa ni la otra. Creo que debe haber otra opción”.
Ella se volteó y siguió haciendo su quehacer.

1 comentario:

Shaxa dijo...

Pues si, hay otra opcion
nada màs hay que buscarle muy muy pero muy bien