Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






jueves, 26 de julio de 2007

SER

Ser hombre es, en escencia, la búsqueda continua de identidad. Es la incómoda duda, la constante pregunta
¿quién soy?
Los griegos fueron los primeros en preguntarse esto: en preguntarse por el ser. Los presocráticos investigaron la physis (naturaleza) de las cosas porque entendían al ser como raíz del movimiento. El ser es el que da comienzo y explica el surgimiento (physis) de las cosas. Aristóteles decía que "el principio fundamental que es el objeto adecuado a la mente humana es el ser; el objeto es proporcionado por las escencias de las cosas visibles. El ser y las escencias no se verifican en el mundo de las ideas, (según decía Platón), sino en todas las cosas y realidades singulares".
De ahí que la Filosofía, en una de sus ramas, la Ontología, sea el conocimiento o la ciencia del ser y estudie al ser en cuanto existe. Estudia el ser de los entes. Investiga el ser de los entes; investiga el ser que hace que haya entes.
El ser se da siempre en los entes. Está siempre oculto porque sólo se ven las apariencias. Sólo vemos siempre entes. Por consiguiente, el ser está más allá de cada ente. A los entes sí se les puede ver y tocar; al ser, no, porque está más allá del ente.
Por eso nos preguntamos sobre el ser. La inteligencia tiende necesariemente al ser. La inteligencia sólo ve las cosas en ser. La inteligencia es apertura al ser.
Se parte de lo siguiente: el ente tiene conciencia del ser y se pregunta por el ser. El ser se nos revela como presencia, oscura e indeterminada. Por eso la pregunta que se hace el hombre ¿qué es el ser?
El ser es trascendente, porque el ser no es la materia (o cualquier otra cosa). Trascender significa sobrepasar cualquier realidad. De ahí que el ser no se agita en ningún ente. Está incluído en todo, es el principio de todo, y lo desborda.
El ser tiene unidad, participa con el ente en ser uno, si no, no sería y no se distinguiría de otros.
El ser tiene verdad, porque es lo que es, está de acuerdo con su esencia, y es inteligible, o sea, se le conoce con la inteligencia.
El ser es bueno, porque tiene una tendencia que, afirmada por la inteligencia, es un bien.
El ser es análogo, es decir, se atribuye a muchísimas cosas, a todas, pero a cada una según su modo individual y propio.
Heidegger se pregunta en su "Metafísica": "¿por qué es en general el ente y no más bien la nada?" Simplemente la nada no es: es no-ser. La nada es lo opuesto al ser.
Pero solamente en el pensamiento, ya que es imposible pensar en la nada sin el ser.
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