Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






miércoles, 15 de septiembre de 2010

MIGUEL HIDALGO



El Padre don Miguel Hidalgo y Costilla inició nuestra lucha por la independencia de la patria, pero no fue su precursor ni tampoco su consumador.
Hernán Cortés decía el primero: "… Esta tierra nosotros la hemos ganado, nuestra es; ya que el rey no nos la da, nosotros la tomaremos…" y sus adictos agregaban: "No es la tierra del rey sino de Hernando Cortés que la ganó".
También los frailes evangelizadores, Bartolomé de las Casas y Motolinía, con ánimo diverso del egoísta de don Hernando, propusieron al emperador, no una, sino varias veces, la independencia de la Nueva España: "…Porque tierra tan grande y tan remota no se puede gobernar bien de tan lejos…"
¿Y qué dijeron los ilusos hermanos González de Ávila al tener la osadía de querer independizar a la colonia de la metrópoli? "Alcémonos con la tierra y démosla al marqués, pues es suya…" Siendo resultado de la absurda aspiración y conspiración, que los hermanos Ávila fueron a la horca, y de don Martín Cortés, el hijo del conquistador, fuera deportado a España.
Asimismo, tres nobles de la Colonia, los condes de Santiago y De la Torre de Cosío, y el marqués de Guardiola, en 1775, en nota secreta que dirigieron al rey Jorge III de Inglaterra, le pidieron su valiosa ayuda para que apoyara un movimiento emancipador de la Nueva España contra la corona. La nota de referencia decía lo siguiente: "Sire: Es en nombre de la ciudad y del Reino de México, de quienes somos representantes que osamos tomarnos la libertad de implorar vuestra poderosa protección. Oprimidos y vejados por la corte de Madrid, ella nos hace sufrir diariamente toda clase de impuestos y malos tratamientos, el despotismo tiránico que viola la constitución y la libertad que nos son debidas, y nos coloca en la condición de viles esclavos de la costa de Guinea…"
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El Licenciado don Francisco Primo de Verdad decía (1808) ante el cabildo de la capital del virreinato, "que aunque las autoridades del gobierno eran muy dignas de respeto, no eran el pueblo mismo y el gobierno de Nueva España debía ser para sus naturales", declaraciones entonces temerarias, que lo llevaron a la muerte.
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El padre Hidalgo oyó las clarinadas de Norteamérica, de la toma de la Bastilla, de la Declaración de los Derechos del Hombre en Francia,… y se conmovió hasta lo más hondo de su ser: y por eso en su Despertador Americano, que publicaba en Guadalajara, propagó, con la precaución y habilidad que eran precisas y en él características, los hechos, comentos e insinuaciones relativas a la situación política del mundo.
Las ideas de los "enciclopedistas" encabezados por Diderot y D'Alambert, e integrada por una falange de pensadores: Voltaire, Buffón, Montesquieu, Condorcet, Turgot…. llegaban a Nueva España, filtradas con el más cuidadoso sigilo, a manos del señor Hidalgo, que estaba al cabo de las corrientes luminosas del pensamiento francés, que también le sirvieron para consolidar en su bien preparado espíritu, su ya firme y decidida resolución de llevar a cabo la independencia de México.
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Hidalgo sabía que era el hombre que la patria necesitaba para su eclosión autonómica. Él conocía sus valimientos personales y era sabedor consciente de las grandes ventajas que reportaría a la causa su intervención personal, y por eso encabezó la epopeya.




Tomado de: FABELA, Isidro: Paladines de la Libertad, Ed. Populibros "La Prensa"; México, 1958, D.F.; pags. 17, 18, 23

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