Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






lunes, 2 de febrero de 2009

EL SUEÑO MÁS DEBRAYADO

─ ¡Marisol!, ¡Marisol! Despierta... ¿qué te pasa?
Yo la sacudía por los hombros y ella, dando un leve salto, abrió los ojos y se me quedó mirando fijamente. No hablaba. Sólo me miraba fijamente. Así permaneció por varios segundos que a mi me parecieron muchos minutos.
─ ¿Qué pasó...?, me dijo después de un momento.
─ Eso es lo que yo te pregunto ¿qué pasó?
─ ¿Qué pasó de qué?
─ Pues estabas durmiendo, y de pronto te empezaste a agitar, intentabas gritar y no podías, o al menos eso parecía, y manoteabas.
─ ¿Yo hice todo eso?
─ Sí. Por eso te desperté. ¿Qué estabas soñando?
─ Pues... a ver, déjame recordar... ¿qué estaba yo soñando? Mmhh...
Ella se levantó de la cama. Se puso sus zapatillas y empezó a caminar alrededor del cuarto, intentando recordar el sueño. Yo la veía solamente dar vueltas, ahora. Y ví que sonrió de pronto.

─ ¡¿Ya te acordaste?!
Siguió sonriendo y de pronto, soltó una carcajada.
─ ¡Es que no puede ser! ¿Dices que me agitaba yo toda, que gritaba, o al menos parecía que lo hacía?
─ Sí.
─ ¿Y que hacía yo las manos para un lado y para otro?
─ Sí.
─ Pues ¡claro! Ya sé por qué hacía yo todo eso. ¡Qué locura! Verdaderamente sí que uno se proyecta en el sueño ¡Qué locura!
─ Pues ¿qué soñabas? ¿Soñaste que te secuestraban? ¿o que te violaban? ¿o que luchabas por tu vida huyendo de algunos perseguidores a través de la maleza? ¿o que huías a través de un túnel de aquéllos que te querían hacer mal? ¿o que acaso caías de una gran altura? ¿o que intentabas salvar a alguien de un secuestro, o algo así...?
Marisol se me quedó ahora mirando, abriendo sus preciosos ojos cada vez más. Asombrándose, de hecho, de cada una de las cosas que yo le decía.
─ No. Nada de eso.
─ ¿Entonces...?
─ Pues toda esa agitación que viste, realmente la sentí. Pero no fue porque hubiera yo soñado con algo como lo que tú me dices, o semejante. Fue porque...
─ ¿¡...qué!?
─ Porque soñé que alguien tocaba el timbre de la puerta. Yo me levantaba a abrir y cuando veía quien estaba ahí ¡veía al cartero!
─ ¿y...?
─ Sólo extendió la mano para entregarme un sobre: el del banco donde me cobran mis cargos de este mes por el uso de la tarjeta de crédito.

No hay comentarios.: