Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






jueves, 5 de febrero de 2009

EL PRIMO* DE UN AMIGO

Don Casimiro Buenrostro y Velázquez, Marqués del Álamo, se acomodó sus lentes.
Retomó la novela por entregas que venía leyendo y después de un rato, apagó la lámpara de bujía que tenía sobre una mesita junto al sillón en el que acostumbraba sentarse en su despacho.
Suspiró profunto y miró su reloj: las ocho de la noche.
Se estiró a tomar su bastón de ébano, aquél que tenía la empuñadura de plata semejando la cabeza de un caballo. Hizo un gran esfuerzo y se paró.
El anciano caminó lentamente hacia la puerta de su despacho. Sabía que en cualquier momento tocarían la puerta y su buen amigo, Don Augusto Hernández de León-Peña, aparecería.
Y no se equivocó.
Oyó la campanilla, unos pasos, unas voces y en pocos momentos, apareció la figura de su amigo.
Tan viejo como él, Don Augusto no perdía ni el porte ni la gallardía que lo habían hecho en su juventud el preferido de las damas con que acostumbraban tratar el grupo de amigos del cual sólo quedaba ellos dos.
Se vieron y se abrazaron con efusión, sonriendo.
Don Casimiro invitó a pasar a su amigo, ahora con un semblante triste. Era obvio, su congoja se veía en el rostro.
─ Pasa, hombre. ¿Te sirvo un brandy?
─ No. No tengo ya ganas ni de eso. Además, las últimas recomendaciones del médico me han hecho retirarme de ese gusto. Lo único que me falta es que me quite el café y el fumarme un buen habano después de la comida. ¡Ja, ja, ja!
─ Oye, no le hagas caso. Tómate un brandy. Yo no te voy a delatar; o ¿quieres un jerez? me lo acaban de traer, uno de mis hijos, y la verdad, está muy bueno.
─ No, deveras. Más bien quisiera que habláramos del asunto que me trae a ti. Del asunto sobre el que te vengo a molestar.
Don Casimiro no hizo caso a su amigo y tomando la licorera sirvió dos copas del buen brandy que acostumbraba tomar. Una, la ofreció a su amigo, quien la tomó sin muchas ganas; la otra la tomó él e invitó a sentarse al amigo. Ambos paladearon por un momento, en silencio, la bebida y luego empezaron a hablar.
Mientras, ya una de las sirvientas había acercado un pequeño carrito con algunas ligeras viandas y una bandeja con el servicio del café, dejando todo al lado para que ambos se sirvieran a su gusto. La muchacha se retiró haciendo una leve reverencia y muy silenciosamente salió.
─ Estoy muy urgido de dinero y tú lo sabes─ dijo Don Augusto a su amigo, rompiendo el silencio que ya se hacía pesado entre ambos.
─ Sí, y la verdad no sé cómo ayudarte. Desde que me mandaste el recado con un propio he pensado en la manera de proveer la cantidad que necesitas. Yo no la tengo, lo sabes bien. Ser quien soy ya no reditúa monetariamente. Al contrario, me ha desgastado de gran manera. Aparte, la situación del país no es muy buena. Tantos disturbios, tantos inconformes...
─ Tienes razón.
─ ¿Qué puedo hacer por ti, buen amigo? Quiero serte de utilidad y no encuentro la manera.
─ A decir verdad, ni siquiera yo sé cómo me puedes ayudar. La enfermedad de mi amada Remedios ha obnubilado mis pensamientos. No puedo razonar coherentemente. Son muchos los gastos, son muchos...
─ Tienes razón. Y los médicos sin saber qué hacer a ciencia cierta. Ésa enfermedad...
─ ¿Qué puedo hacer por ti, amigo? ¿Cómo te puedo ayudar?
─ Lo he pensado. Mira, la única manera de salir adelante, pagar el tratamiento, e incluso mudarnos buscando los mejores médicos es consiguiendo dinero a partir de la venta de dos las fincas: la de Toledo y la de Alcalá de Henares.
─ ¡Pero si una es la herencia de tu familia, y la otra es la dote de tu esposa y por tanto, el futuro de tu hija!
─ Sí, lo sé. Ya lo hemos hablado. Mi hija está de acuerdo en no reclamar su herencia y es la más interesada en vender. ¿Sabes de alguien que quiera comprar?
─ Sí, hay dos interesados. Desde siempre lo he sabido. Más de la finca de Toledo. Pero, son unos palurdos abusivos. ¡Esos nuevos ricos que han hecho su fortuna de explotar sus plantaciones en África...!
─ Pues ponme en contacto con alguno. Tengo que vender
─ Déjame pensar... ¿quién más? Lo malo es que vendes no sólo la propiedad, sino lo que hay en ella ¿verdad?: los muebles, las vajillas, los cuadros...
─ Sí. De esa manera obtengo más.
─ Es que no me gustaría que ellos te compraran. ¡Todo el arte se perdería! ¡Toda tu historia se diluiría!
─ Sí, pero eso ahora no importa ¿Me podrías poner en contacto con esas personas?
Ansiosamente Don Augusto miraba a su amigo quien, caminaba lentamente por su despacho, pensando, pensando y tomando ahora, unos sorbos de su café. De pronto el hombre volteó vió al amigo y le dijo
─ ¡Ya sé! Te voy a poner en contacto con el primo de un amigo. Él es quien te puede sacar del apuro. Ahora mismo escribo una nota explicándole tu caso. Te la doy para que se la lleves. Sé que él te ayudará. Lo sé...
Rápidamente se sentó ante su escritorio y tomando papel y pluma hizo lo ofrecido. Pasó el secante por la tinta aún fresca y cuidadosamente dobló el papel. Tomó su lacre y lo cerró. Lo entregó a Don Augusto y le dijo que fuera a la dirección ahí anotada y le dijera a quien abriera que iba de su parte. Don Casimiro se ofreció además a mandar a primera hora un recado con uno de sus criados para avisarle a su amigo que Don Augusto iría a ver a su Primo y que le previniera de esta visita. Todo esto lo hacía para que el hombre en cuestión lo recibiera y lo atendiera con prontitud.
Don Augusto agradeció el favor y sólo antes de retirarse preguntó
─ Oye, ¿y quién es tu amigo? ¿por qué no lo voy a ver a él y que me remita con su primo? ¿Por qué he de ir a ver al primo de tu amigo y no a tu amigo?
─ Porque mi amigo no te recibiría. Está muy ocupado. Bueno, si yo se lo pido, te recibiría, pero es mejor no molestarlo, por eso le mando un recado para que su primo te reciba sin dilación.
─ Perdona que insista, pero ¿quien es tu amigo?
─ Mi amigo es Don Alfonso de Borbón, Rey de España.


Otros "primos de amigos":
Efra , Nama , Itaka , Alonso , Gitana



1) Alfonso XIII de Borbón (de nacimiento Alfonso León Fernando María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Austria-Lorena; (Madrid, 17 de mayo de 1886Roma, 28 de febrero de 1941) fue rey de España desde su nacimiento hasta la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931. Asumió el poder a los 16 años de edad, en 1902. Durante su reinado, la España aturdida por el Desastre del 98 experimentó un inmenso progreso económico, social y cultural.
* Carlos V inventó la fórmula de "Grandeza de España" para distinguir y apadrinar a una serie de nobles. Este título convertía a su propietario en primo del rey, una dignidad que va aparejada al nombramiento y que puede o no conceder el monarca.

1 comentario:

Efra dijo...

esos si son primos.