Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






martes, 28 de abril de 2009

EL TAPABOCAS

Sandra caminaba apresuradamente viendo para todos lados.
La gente, que pasaba junto a ella, la mayoría, no usaba tapabocas. Ella tampoco, pero quería conseguir uno.
Ya había entrado a tres farmacias y no había conseguido nada
Se encaminó a la entrada del Metro, porque le dijeron que ahí los estaban repartiendo.
Iba pensando en esta epidemia y en las posibilidades reales de contagiarse. Sabía que lo único que la protegería era la información, y ella se informaba, de eso no había duda. Por eso tenía que conseguir el tapabocas.
Aunque a decir verdad, hablando con su amiga bioquímica, ella sabía que el tapabocas no ayudaba mucho, pero era una protección. Así es que intentaba conseguirlo.
Llegó a la estación del Metro y ¡oh desilusión! No había nadie repartiendo tapabocas.
Miró para un lado y otro y nada. Le preguntó al de la vigilancia, que sí traía un tapabocas y él le dijo que a esa estación no se habían acercado todavía los del ejército o los del sector salud a hacer el reparto. Se acercó a la taquillera: la mujer, sin levantar la vista de su novelita, no le supo dar razón.
¿Y ahora? ¿Qué haría? ¿Cómo se iba a proteger?
Se quedó pensando un rato mirando el entorno hasta que descubrió a una anciana sentada en un banquito de madera y que ofrecía cositas tejidas por ella; un par de chales, zapatitos de bebé, unas chambritas, unas carpetitas. La anciana, delgada y de ojitos brillantes y cara sonriente, dejó de tejer cuando vió que se acercaban a ella. Ofreció su mercancía y añadió que el precio se podría pactar.
Sandra la miró fijamente y le preguntó
─ Señora, ¿no sabe por aquí quien me podría vender un tapabocas?
─ Uy, no, marchantita. Ya van muchas gentes que me preguntan lo mismo... ¿para qué lo quiere?
─ Pues para cubrirme boca y nariz y evitar el contagio. ¿Sabe de alguna farmacia por aquí? ¿o de un centro comercial...?
─ No, pos no. Pero, ¿en serio así se evita el contagio de esa gripa?
─ No es una gripa. Es la influenza. Y es altamente contagiosa. Hay que cuidarse, madre.
─ Y el tapabocas ese, ¿en serio la cuida?
─ Cuidarme, lo que se dice cuidarme, no. Pero me puede proteger de un posible contagio.
─ Pos si usté dice...─ y siguió tejiendo.
Sandra se quedó parada mirando la mercancía. Se quedó mirando a la anciana mover con tanta rapidez y ligereza los dedos y ver salir como que muy milagrosamente un cuadrito pequeño de colores verdes y amarillos y blancos, alternados
─ Y eso que hace ahorita ¿qué va a ser?
─ ¿Esto...? Ah, pues es el final de un escapulario. Mírelo...─ y lo extendió para que Sandra lo viera con cuidado. Ella alcanzó a ver una imagen. No supo de quién, por eso preguntó.
─ Y ese santito ¿quién es? Es muy bonito este trabajo que usted hace. Mire, ¡que no me había yo dado cuenta que tenía una imagen! Y que usted la está tejiendo. ¡Qué bonito trabajo! ¿Cuánto vale?
─ No, pos esto no lo vendo.
─ ¿Por qué? ¿Es un encargo?
─ No. Es para mi. Es para ponérmelo. Mire usté, así...─ y se lo puso encima del delantal. Lo arregló de tal manera que lucía verdaderamente hermoso.
─ Me gusta, me gusta mucho. Se lo compro. ¿Cuánto quiere por él?
─ Ya le dije que no lo vendo. Namás se lo enseño. Ahí hay muchas cosas hechas por mí, llévese lo que quiera. Ofrézcame, pa´que vea que no soy aprovechada. Tengo hasta bolsitas para el celular...
─ No. Quiero eso que usted teje. ¿De quién es la imagen? Eso no me lo ha dicho.
─ Es de San Juditas. Usté sabe, es muy milagroso. Y cuando acabe esto, me lo pondré así, aquí, a la altura de mi corazón, para que me cuide y me proteja.
─ ¿De qué?
─ De eso que usté dice, la gripa esa...
─ ...la influenza. Pero no, madre, eso no la protege nada. Lo que hay que cubrirse es nariz y boca. Para eso es el tapabocas. Pero no eso, ¡y menos en el corazón!
La anciana, sin hacer caso, terminó rápidamente su tejido. Le hizo un par de nuditos, casi invisibles, y se lo colgó, como había dicho, a la altura del corazón acomodándolo con mucho cuidado.
─ ¿Ya ve? Ya estoy protegida y cuidada también por San Judas Tadeo. Lo que pasa es que usté no cree, no tiene fe. ¡Si viera qué milagroso es San Juditas! Él cuidará de nosotros, va a ver que sí. Él no permitirá que algo malo nos pase.

1 comentario:

Berenice Mares dijo...

Que bonita historia, pero si regresas tambien dale un tapabocas... en ocasiones ellos nos enseñan más que lo que se escucha en los medios.
saludos