Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






martes, 19 de abril de 2011

EL CIRCO

Paso al menos tres veces por semana por un lugar donde está instalado un circo.
Las carpas rojas, azules, se extienden por la mayor parte del terreno que ocupan.
Tienen además, los camiones en donde viven, pienso yo, los que ahí trabajan.
Y tienen también ahí, frente a sus carpas, frente a su taquilla, unos animales (elefantes, camellos, caballos) artificiales todos y cubiertos totalmente de lentejuelas plateadas que cuando reflejan la luz del sol, despiden destellos de colores en todas direcciones. Estos animales están sobre unas plataformas con llantas que, hace unos días, ví que eran arrastradas por un camión por la avenida donde trabajo.
Me asomé por la ventana y ví a estos animales desfilar lentamente anunciando al circo y sus funciones. Y recordé que antes los circos se anunciaban en las ciudades a donde llegaban desfilando por las avenidas principales con todos sus animales y con los artistas que ahí trabajaban. Bueno, al menos eso sabía yo. Yo nunca ví tales desfiles (a no ser en películas).
Me refiero a todo esto porque también ese circo tiene una rejas dentro de las cuales están todos sus animales vivos: llamas, camello, avestruz, cebras, caballos. Todos juntos ahí tranquilos; unos echados, otros comiendo, otros sólo parados viendo el paisaje.
Y siempre me da gusto verlos. Y procuro pasar por ahí y no agarrar otro camino sólo porque quiero ver, cuando paso, a los animales.

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