Hoy recordé eso y quise publicar este jueves luego de ir por ahí, y buscando, queriendo o no, los desastres del sismo del 19 de septiembre.
Los encontré. Y me dio tristeza.
Y me di cuenta que lo que a mi me pasó, no fue nada. ¿y qué me pasó? Pues que se cayeron los libreros y todo lo que en ellos había. La verdad cuando los ví me sentí muy apesadumbrada. Tanto, que no fue sino hasta el día siguiente que empecé a recoger. También se cayeron cosas de vidrio en el pasillo de la casa; eso fue menos duro: simplemente tomé la escoba y barrí pensando "lo que no se sostuvo en su lugar, pues se tiene que ir a la basura". Y ya.
Hoy ví un edificio, el de la Papelera Dabo, dañado. Y cerradas todas sus entradas con grandes tablones de madera. Recorrí mentalmente un lugar al que mucho fui: desde a comprar un lápiz hasta cajas de papel para la fotocopiadora. Recorría con gusto sus pasillos viendo sus papeles, tocándolos, hojeando sus cuadernos o libretas, revisando sus frasquitos de pinturas, o sus estantes llenos de pegamentos, bolígrafos, folders, clips de todos tamaños, lápices de colores, plumones y mucha papelería más.
Pero también ví que mucha gente se ha reintegrado a su cotidianeidad más rápido que aprisa. ¡Qué bueno! porque eso de estar acordándose de los desastres como que no es muy correcto. Simplemente hay que tomar lo bueno de esto y es con lo que yo me quedo: ver lo bueno de seguir adelante, ofrecer lo que uno tiene sin pedir nada a cambio, sonreir más, quejarse menos y hacer lo posible por completar y terminar lo que se empieza.
Y dentro de esas cosas, decidí volver a leer mi novela: ésa que me propuse leer al iniciar este año (una por mes). Ya la tengo. Ya empecé. No es muy grande. Pero es una novela sobre la vida de una mujer durante la Revolución. A ver qué tal está. Espero que buena. Lo que he leído me ha gustado.