Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






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jueves, 5 de octubre de 2017

HOY ES JUEVES

Hace varios años pertenecí a un grupo de bloggeros que publicábamos cada jueves con un título determinado. Resultó una experiencia divertida, apasionante y todo un reto, al menos para mi.
Hoy recordé eso y quise publicar este jueves luego de ir por ahí, y buscando, queriendo o no, los desastres del sismo del 19 de septiembre.
Los encontré. Y me dio tristeza.
Y me di cuenta que lo que a mi me pasó, no fue nada. ¿y qué me pasó? Pues que se cayeron los libreros y todo lo que en ellos había. La verdad cuando los ví me sentí muy apesadumbrada. Tanto, que no fue sino hasta el día siguiente que empecé a recoger. También se cayeron cosas de vidrio en el pasillo de la casa; eso fue menos duro: simplemente tomé la escoba y barrí pensando "lo que no se sostuvo en su lugar, pues se tiene que ir a la basura". Y ya.
Hoy ví un edificio, el de la Papelera Dabo, dañado. Y cerradas todas sus entradas con grandes tablones de madera. Recorrí mentalmente un lugar al que mucho fui: desde a comprar un lápiz hasta cajas de papel para la fotocopiadora. Recorría con gusto sus pasillos viendo sus papeles, tocándolos, hojeando sus cuadernos o libretas, revisando sus frasquitos de pinturas, o sus estantes llenos de pegamentos, bolígrafos, folders, clips de todos tamaños, lápices de colores, plumones y mucha papelería más.
Pero también ví que mucha gente se ha reintegrado a su cotidianeidad más rápido que aprisa. ¡Qué bueno! porque eso de estar acordándose de los desastres como que no es muy correcto. Simplemente hay que tomar lo bueno de esto y es con lo que yo me quedo: ver lo bueno de seguir adelante, ofrecer lo que uno tiene sin pedir nada a cambio, sonreir más, quejarse menos y hacer lo posible por completar y terminar lo que se empieza.
Y dentro de esas cosas, decidí volver a leer mi novela: ésa que me propuse leer al iniciar este año (una por mes). Ya la tengo. Ya empecé. No es muy grande. Pero es una novela sobre la vida de una mujer durante la Revolución. A ver qué tal está. Espero que buena. Lo que he leído me ha gustado.
 

jueves, 13 de junio de 2013

UNA NOCHE EN EL HOSPITAL

La Señora Inés daba vueltas y vueltas en la cama, quejándose.
Estaba en un hospital público compartiendo la habitación con otras cinco mujeres a las que no separaba nada más que el espacio entre cama y cama. No había biombos, ni paredes movibles, ni cortinas que preservaran su soledad o su intimidad. Nada. Todo se oía. Todo se veía.
Pero la que más hacía notar su presencia era justamente la Señora Inés, a las que sus compañeras de cuarto "cariñosamente" llamaban Inesita.
Inesita era bajita, rechoncha, de pelo chino, negro, corto. Usaba lentes y dormía con ellos. Una sonrisa que a veces parecía una mueca, formaba parte de ella. A veces no la perdía aún estando dormida. Inesita era de piel blanca, con mejillas rosadas, con arrugas en el contorno de los ojos obscuros que nunca estaban quietos, que miraban para todos lados, que se querían enterar de todo su entorno. ¿Cuántos años tenía? Quizá 60 o un poco más pero ni una cana había en su cabeza que no estaba teñida. 
Inesita había sido operada de una hernia y caminaba dificultosamente al baño o al comedor donde le servían sus alimentos. Caminaba así por la gran cantidad de tubos que de su vientre colgaban y que recogían los fluídos corporales propios después de la operación a la que fue sometida.
Empecé diciendo que daba vueltas y vueltas quejándose, porque eso hacía nada más iniciada la noche. Durante el día, se paraba, se sentaba, caminaba con dificultad, y siempre sonreía. Oía danzones y gustaba de subir el volumen de su receptor para que el resto de las enfermas se alegraran con ella. ¡Poco faltó una tarde para que contagiada por los comentarios de las mujeres que con ella compartían la habitación, se pusiera a bailar!
Pero iniciaba la noche, se apagaba la luz, y ella, después de una media hora de ronquidos estrepitosos se despertaba y empezaba a llamar a la enfermera, a pedir que le ayudaran a moverse, a quejarse de lo que le dolía o no le dolía, a decir que los moscos la picaban, a pedirle a sus compañeras que se callaran porque no la dejaban dormir.
Hace un par de días me encontré a Inesita entrando al hospital. La saludé efusivamente y ella a mí. Me regaló una gran sonrisa y me dijo que iba a que le quitaran los puntos. Yo le pregunté que si ya podía dormir. Ella, sonriendo, me dijo que no, que todavía no.

jueves, 30 de agosto de 2012

NECESITO POCO



Me enviaron esto que transcribo, y a decir verdad, me ha resultado muy conmovedor. 
He pensado muy seriamente que vale la pena seguir este ejemplo, aunque a veces cueste trabajo
Desgraciadamente este artículo no tiene fecha, pero pienso que eso no importa 
(Artículo publicado en La Vanguardia, escrito por la periodista Angeles Caso)
Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación -al menos la sensación- de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las alcancías de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

jueves, 24 de noviembre de 2011

MIS DOLENCIAS

Amparo nunca se quejaba.
Siempre que le preguntábamos cómo estaba, ella, sonriendo, nos decía que estaba "bien". y además, siempre la veíamos bien.
Por eso, cuando, nos enteramos que había sido internada en el hospital, nos sorpendimos muchísimo.
Fuimos a verla, más por curiosidad que por otra cosa. "¡Qué malos!" pensamos que éramos porque nos movía eso y no otra cosa hacia ella en ese momento.
Cuando ya pudimos estar junto a ella, le preguntamos que como estaba y ella, sonriendo nos contestó que "bien, gracias". Y empezó a platicar como si nada. Nosotros, sin querer incomodarla le preguntamos entonces el por qué estaba ahí. "Pues porque me trajeron" dijo ella, "yo, ni cuenta me dí. Cuando desperté, estaba yo aquí, y eso no me gusta. Porque yo, la verdad, me siento bien".
Al salir de la visita, preguntamos a sus hijos qué había pasado.
Ellos nos hablaron de un infarto, pero que como había sido tratada a tiempo, simplemente estaba en observación. Y aunque ella se sentía realmente bien, pues tenía que estar ahí al menos un par de días.
Volvimos a preguntar que si ellos no se habían dado cuenta de algo que les pudiera avisar sobre eso. O al menos, que su mamá se hubiera quejado.
La respuesta fue un "no" seco, simple, llano.
Aunque uno de sus nietos sí hizo un comentario: su abuela siempre le decía que como ya estaba viejita, ella tenía algunas dolencias. Él sólo la oía y ella le platicaba, poniéndose las manos en el pecho, de un ligero dolor ahí. Y a veces le decía que se le dormían los dedos, o que le cosquilleaban las piernas, pero al mismo tiempo sonreía y decía, "pero estoy bien, aunque estas dolencias de vieja ya no me quieren dejar".
Amparo ya regresó a su casa, y ahora cuando le preguntamos cómo está, ella nos sigue contestando con una sonrisa que "bien, aunque con algunas dolencias".

lunes, 26 de septiembre de 2011

¡ME ENCANTÓ ESTE CUENTO!

... y por eso lo transcribo.
Ni siquiera conocía yo a la autora, pero ha descrito muy bien lo que se siente cuando uno tiene en sus manos el libro que quería, que deseaba...
¡ah, eso es maravilloso!



Felicidad clandestina
Clarice Lispector
Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.
Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".
Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.
Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.
Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.
Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.
Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.
Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.
Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.
Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!
Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena, le ordenó a su hija:
-Vas a prestar ahora mismo ese libro.
Y a mí:
-Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido?
Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.
¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.




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lunes, 26 de julio de 2010

NO ME ALCANZA EL DINERO

Esas fueron las últimas palabras que me dijo cuando salió azotando la puerta.
Sólo oí cómo arrancó el carro y se fue rapidísimo.
Sí, ya sé,me repetí a mí misma. Sí, ya sé que no le alcanza el dinero. A mi tampoco me alcanza,pero no reacciono así. A mi vecina tampoco le alcanza, hace un rato me lo dijo y luego cambiamos de tema. Tampoco le alcanza a mi suegra, a dos de mis amigas y a una de mis primas. Y la verdad, no reaccionamos así.
¿Por qué él sí lo hace? ¿qué cree? ¿que yo no me desespero justamente por eso, porque ahora más que nunca, ya no alcanza...?
Me dí la vuelta y fui a ver a mi hijo pequeño. Él sonreía y seguía jugando. No se imaginaba, digo yo, la suerte que estábamos viviendo su padre y yo en ese momento.
Su sonrisa y sus pequeñas manitas que se extendían hacia mí me hicieron olvidar el mal rato.
Lo cargué y me abrazó, tan tiernamente que olvidé todo.
Me quedé así un rato y luego me senté a disfrutar un poco más de ese momento. Fue cuando se acercó nuestra nuestra mascota, una perra hermosa que adoptamos un poco antes de que naciera nuestro hijo. La perra me miraba y empezó a mover la cola y a darme la patita. Yo se la tomé, luegole acaricié las orejas y por respuesta siguió en su meneo de cola, ahora con más fuerza.
Estuve así un rato hasta que el chiquito se durmió.
Lo dejé en su cuna y me fui.
Ya estaba yo más tranquila.
Ni hablar: las sonrisas, el cariño, la ternura, todas esas cosas pequeñas hacen feliz mi vida y siempre las recuerdo cuando tengo un mal momento.

domingo, 2 de mayo de 2010

miércoles, 7 de abril de 2010

REINVENTANDO LA VIDA

Sarita Ordoñez oyó a un comentarista de radio decir que aunque uno no esté bien, siempre hay que decir que se está bien.
A Sarita esto le pareció, inicialmente, hipócrita; después, mentiroso y al final bastante alocado.
¿Por qué decir que se está bien, si esto no es cierto? Si uno se siente mal (de salud, de ánimo, de relaciones personales o laborales) pues simplemente hay que decir que se está mal. Punto. ¿Por qué engañarse y engañar a los demás?
Hay cosas, ella lo sabía, que no se esconden: el amor y el dinero.
Todo lo demás sí se puede esconder.
Y esta última reflexión la hizo volver a pensar: ¿no es mejor esconder que me está yendo mal de dinero, por ejemplo, y sonreir y decir que problemas económicos no tengo? ¿no es mejor decir que mi trabajo me divierte, aunque ya lo hago a fuerzas? ¿no es mejor decir que mi jefe es bueno, aunque en realidad sea una basura?
Así se fue al trabajo el día de hoy: sonriendo y pensando que la vida es buena, que todo marchará bien, que no habrá contratiempos. Y si los hay, pues quizá, sonriendo, sean leves.
Hoy me iré a trabajar pensando en estos conceptos.
E intentaré ponerlos en práctica.

martes, 9 de marzo de 2010

8 DE MARZO: DÍA DE LA MUJER

En lo personal, no me gusta "festejar" el Día de la Familia, Día de la Mujer, Día de la Madre o Día del Padre, etc. porque considero que estos festejos sólo aumentan la percepción de que hay que hacer algo para ese día y los 364 días restantes se te puede olvidar y seguir igual o peor ofendiendo, reclamando, insultando, demeritando a quien se festeja en un día determinado.
No me gustan estos festejos.


Y menos cuando me entero (lo oí en el radio) que para festejar el Día de la Mujer, no sé dónde, se contrataron "stripers" (¿así se escribe?), esos hombres que salen con minicalzones y que mostrando su bien formada musculatura y todo lo demás, ponían sus manos detrás de la cabeza, en la nuca, y contoneaban las caderas para deleite de las féminas que los observaban. Y después de eso, aparecía la sorpresa principal: un hombre joven bien parecido, sonriente felicitando a todas las mujeres en su día. ¡Qué absurdo!
Pero, bueno...


Buscando qué escribir, encontré apenas el día de hoy, un artículo buenísimo sobrela Mona Lisa, sí, la que pintó Leonardo. Lo encontré en Cienciateca, una página que vale la pena.
Lo copio y pego porque creo que éstas son las cosas que valen la pena para un festejo semejante.





Tercera Pregunta : ¿Es una ilusión óptica, la sonrisa de la Mona Lisa?
“Da Vinci pintó la sonrisa de la Mona Lisa usando unas sombras que vemos mucho mejor con nuestra visión periférica”, afirma Margaret Livingstone. Por ello, para ver sonreír a la Mona Lisa hay que mirarla a los ojos o a cualquier otra parte del cuadro, de modo que sus labios queden en el campo de visión periférica. De esa forma se la ve más sutilmente sonriente que si se miran sus labios. Livingstone explicó que la enigmática sonrisa de la Mona Lisa es “una ilusión óptica,que aparece y desaparece debido a la peculiar manera en que el ojo humano procesa las imágenes”.

Así, indicó que cuando en el siglo XVI Leonardo Da Vinci pintó la Gioconda, su Mona Lisa, logró el efecto de que la sonrisa desaparezca al mirarla directamente y sólo reaparezca cuando la vista se fija en otras partes del cuadro.
Por otra parte, ¿no les parece que saber algo más acerca del secreto de la Mona Lisa no resta ni un ápice al disfrute de una imagen única?. Si acaso…suma.











La Frase : “Por lo general, las mujeres de ensueño son una ilusión óptica.”
Autor: Peter Alexander Ustinov, Actor

martes, 2 de marzo de 2010

HACIENDO COMO QUE HAGO

Me encanta tener un día libre.
Me puedo levantar tarde, bañarme y vestirme sin prisas, sin cuidar que al arreglarme, esto o aquéllo me combinarán. A veces, por no tener esas prisas, descubro que hay combinaciones de colores o de formas que no había probado y que me quedan bien (o definitivamente mal, lo que me hace sentir fatal).
Puedo leer tranquilamente un poco más la novela en turno. O hacer de comer diferente o probar alguna receta nueva, que por ser nueva, yo misma digo que hay que hacerla con cuidado.
Puedo revisar mis correos tranquilamente y contestar a cada persona que me escribe agradeciéndole con unas palabras de más su atención por tenerme presente.
Puedo, también, hablar por teléfono sin prisas. Ver tele sin agobios. Leer el periódico pausadamente. O estar contemplando las plantas del jardín con tranquilidad. Hasta oigo el radio sin presiones, sin darme cuenta de qué horas son.
Hoy es un día de ésos.
Y aunque tengo que redactar unos exámenes, hacer limpieza, guardar la ropa del invierno en sus lugares hasta la próxima temporada, arreglar unos archivos, deshacerme de papeles y acomodar algunos libros, pues digo que ya lo haré, al fin el día tiene hoy muchas horas.

sábado, 13 de febrero de 2010

LA SORPRESIVA MUERTE

Si para algo no estamos preparados es para la muerte.
A pesar de que somos un pueblo que "se ríe" de ella, y nos la "comemos" en calaveritas de dulce y le hacemos a nuestros amigos y enemigos sus "calaveras", y buscamos caricaturas de ella, cuando la muerte llega nuestra familia, a nuestro entorno, nos cae de sorpresa.
Anoche murió mi Tía Tere.
Buena mujer de una paciencia enorme, de una sonrisa constante, de una voz dulce y melodiosa que hoy resuena en mi memoria, delgada, morena, siempre presente en nuestras vidas, hoy como respuesta a todo eso, no puedo estar presente con ella en este momento.
Ella, que me ve desde el buen lugar en el que estoy segura ya está, me dirá "No importa, Vickita, a veces no puede estar uno en todos los lugares" y reirá.

domingo, 7 de febrero de 2010

VIVIR DESPEINADA

Hoy he aprendido que hay que dejar que la vida te despeine, por eso he decidido disfrutar la vida con mayor intensidad.
El mundo está loco.. Definitivamente loco: Lo rico, engorda. Lo lindo sale caro. El sol que ilumina tu rostro arruga. Y lo realmente bueno de esta vida, despeina.
Hacer el amor, despeina. Reírte a carcajadas, despeina. Viajar, volar, correr, meterte en el mar, despeina. Quitarte la ropa, despeina. Besar a la persona que amas, despeina. Jugar, despeina. Cantar hasta que te quedes sin aire, despeina. Bailar hasta que dudes si fue buena idea ponerte tacones altos esa noche, te deja el pelo irreconocible.
Así que como siempre, cada vez que nos veamos yo voy a estar con el cabello despeinado. Y no tendré duda de que estaré pasando por el momento más feliz de mi vida.
Es ley de vida: siempre va a estar más despeinada la mujer que elija ir en el primer carrito de la montaña rusa, que la que elija no subirse.
Puede ser que me sienta tentada a ser una mujer impecable, peinada y planchadita por dentro y por fuera. El aviso clasificado de este mundo exige buena presencia: Péinate, ponte, sácate, cómprate, corre, adelgaza, come sano, camina derechita, ponte seria... Y quizá debería seguir las instrucciones pero ¿cuando me van a dar la orden de ser feliz?
¿Acaso no se dan cuenta que para lucir linda, me debo de sentir linda? ¡La persona más linda que puedo ser! Lo único que realmente importa es que al mirarme al espejo, vea a la mujer que debo ser.
Por eso mi recomendación a todas las mujeres: entrégate, come rico, besa, abraza, haz el amor, baila, enamórate, relájate, viaja, salta, acuéstate tarde, levántate temprano, corre, vuela, canta, ponte linda, ponte cómoda, admira el paisaje, disfruta, y sobre todo, ¡deja que la vida te despeine!
Lo peor que puede pasarte es que, sonriendo frente al espejo, te tengas que volver a peinar.

jueves, 7 de enero de 2010

MÁS VALE UN PÁJARO EN MANO...

Le Plaisir (o Niña comiendo un pájaro), 1927
René Magritte
Óleo sobre Tela 74 x 97 cm
y ellos:
¿tendrán realmente un pájaro en la mano?

viernes, 1 de enero de 2010

martes, 22 de septiembre de 2009

ECONOMÍA DOMÉSTICA

He aquí la regla de oro, el secreto del orden:
tener un sitio para cada cosa
y tener
cada cosa en su sitio. Así arreglé mi casa.


Impecable anaquel el de los libros:
un apartado de novelas,
otro para el ensayo
y la poesía en todo lo demás.


Si abres una alacena huele a espliego
y no confundirás los manteles de lino
con los que se usan cotidianamente.


Y hay también la vajilla de la gran ocasión
y la otra que se usa, se rompe, se repone
y nunca está completa.


La ropa en el cajón correspondiente
y los muebles guardando las distancias
y la composición que los hace armoniosos.


Naturalmente que la superficie
(de lo que sea) está pulida y limpia.
Y es también natural
que el polvo no se esconda en los rincones.


Pero hay algunas cosas
que provisionalmente coloqué aquí y allá
o que eché en el lugar de los trebejos.


Algunas cosas, por ejemplo, un llanto
que no se lloró nunca;
una nostalgia de que me distraje,
un dolor, un dolor del que se borró el nombre,
un juramento no cumplido, un ansia
que se desvaneció como el perfume
de un frasco mal cerrado.


Y retazos de tiempo perdido en cualquier parte.


Esto me desazona. Siempre digo: mañana...
y luego olvido. Y muestro a las visitas,
orgullosa, una sala en la que resplandece
la regla de oro que me dio mi madre.
Rosario Castellanos
(1925-1974)

miércoles, 15 de julio de 2009

DÍA DE LA SECRETARIA

Hoy, 15 de Julio, es "Día de la Secretaria" en México.
¡Qué tontería!
No estoy en contra, entiéndase, de reconocer la labor que las secretarias (y los secretarios) hacen en sus respectivos lugares de trabajo. Al contrario, pienso que sin ellos, mucho trabajo no saldría a tiempo.
Pero pienso que no tienen imaginación aquéllos a los que se les ocurrió el día. Y mucho menos lo regalos que a una "secre" se le pueden dar.
Hoy ví salir a las secretarias del sitio donde trabajo con unos ramos de flores inmensos. Bonitos realmente, no lo niego. Espero que a ellas les haya satisfecho el regalo...
La falta de imaginación para regalar el "Día de..." es una característica de muchos. Porque para salir del paso, se pintan solos con una caja de chocolates, un globo de Cowco diciendo te quiero mucho, o una pulserita o una agenda. ¿Por qué no regalan un celular, o un iPod, o un viaje a Cancún todo pagado, o un mes de sueldo libre de impuestos?

martes, 28 de abril de 2009

EL TAPABOCAS

Sandra caminaba apresuradamente viendo para todos lados.
La gente, que pasaba junto a ella, la mayoría, no usaba tapabocas. Ella tampoco, pero quería conseguir uno.
Ya había entrado a tres farmacias y no había conseguido nada
Se encaminó a la entrada del Metro, porque le dijeron que ahí los estaban repartiendo.
Iba pensando en esta epidemia y en las posibilidades reales de contagiarse. Sabía que lo único que la protegería era la información, y ella se informaba, de eso no había duda. Por eso tenía que conseguir el tapabocas.
Aunque a decir verdad, hablando con su amiga bioquímica, ella sabía que el tapabocas no ayudaba mucho, pero era una protección. Así es que intentaba conseguirlo.
Llegó a la estación del Metro y ¡oh desilusión! No había nadie repartiendo tapabocas.
Miró para un lado y otro y nada. Le preguntó al de la vigilancia, que sí traía un tapabocas y él le dijo que a esa estación no se habían acercado todavía los del ejército o los del sector salud a hacer el reparto. Se acercó a la taquillera: la mujer, sin levantar la vista de su novelita, no le supo dar razón.
¿Y ahora? ¿Qué haría? ¿Cómo se iba a proteger?
Se quedó pensando un rato mirando el entorno hasta que descubrió a una anciana sentada en un banquito de madera y que ofrecía cositas tejidas por ella; un par de chales, zapatitos de bebé, unas chambritas, unas carpetitas. La anciana, delgada y de ojitos brillantes y cara sonriente, dejó de tejer cuando vió que se acercaban a ella. Ofreció su mercancía y añadió que el precio se podría pactar.
Sandra la miró fijamente y le preguntó
─ Señora, ¿no sabe por aquí quien me podría vender un tapabocas?
─ Uy, no, marchantita. Ya van muchas gentes que me preguntan lo mismo... ¿para qué lo quiere?
─ Pues para cubrirme boca y nariz y evitar el contagio. ¿Sabe de alguna farmacia por aquí? ¿o de un centro comercial...?
─ No, pos no. Pero, ¿en serio así se evita el contagio de esa gripa?
─ No es una gripa. Es la influenza. Y es altamente contagiosa. Hay que cuidarse, madre.
─ Y el tapabocas ese, ¿en serio la cuida?
─ Cuidarme, lo que se dice cuidarme, no. Pero me puede proteger de un posible contagio.
─ Pos si usté dice...─ y siguió tejiendo.
Sandra se quedó parada mirando la mercancía. Se quedó mirando a la anciana mover con tanta rapidez y ligereza los dedos y ver salir como que muy milagrosamente un cuadrito pequeño de colores verdes y amarillos y blancos, alternados
─ Y eso que hace ahorita ¿qué va a ser?
─ ¿Esto...? Ah, pues es el final de un escapulario. Mírelo...─ y lo extendió para que Sandra lo viera con cuidado. Ella alcanzó a ver una imagen. No supo de quién, por eso preguntó.
─ Y ese santito ¿quién es? Es muy bonito este trabajo que usted hace. Mire, ¡que no me había yo dado cuenta que tenía una imagen! Y que usted la está tejiendo. ¡Qué bonito trabajo! ¿Cuánto vale?
─ No, pos esto no lo vendo.
─ ¿Por qué? ¿Es un encargo?
─ No. Es para mi. Es para ponérmelo. Mire usté, así...─ y se lo puso encima del delantal. Lo arregló de tal manera que lucía verdaderamente hermoso.
─ Me gusta, me gusta mucho. Se lo compro. ¿Cuánto quiere por él?
─ Ya le dije que no lo vendo. Namás se lo enseño. Ahí hay muchas cosas hechas por mí, llévese lo que quiera. Ofrézcame, pa´que vea que no soy aprovechada. Tengo hasta bolsitas para el celular...
─ No. Quiero eso que usted teje. ¿De quién es la imagen? Eso no me lo ha dicho.
─ Es de San Juditas. Usté sabe, es muy milagroso. Y cuando acabe esto, me lo pondré así, aquí, a la altura de mi corazón, para que me cuide y me proteja.
─ ¿De qué?
─ De eso que usté dice, la gripa esa...
─ ...la influenza. Pero no, madre, eso no la protege nada. Lo que hay que cubrirse es nariz y boca. Para eso es el tapabocas. Pero no eso, ¡y menos en el corazón!
La anciana, sin hacer caso, terminó rápidamente su tejido. Le hizo un par de nuditos, casi invisibles, y se lo colgó, como había dicho, a la altura del corazón acomodándolo con mucho cuidado.
─ ¿Ya ve? Ya estoy protegida y cuidada también por San Judas Tadeo. Lo que pasa es que usté no cree, no tiene fe. ¡Si viera qué milagroso es San Juditas! Él cuidará de nosotros, va a ver que sí. Él no permitirá que algo malo nos pase.

domingo, 9 de noviembre de 2008

CUANDO ELLOS VUELVEN

Oigo, tranquilamente el "Claro de Luna" de Claude Debussy.
Piano sereno, que invita al pensamiento, a la reflexión, al análisis. Invita también a los recuerdos bellos. Eso es lo que tiene la música del Romanticismo: la invitación.
Y me ha invitado también a escribir sobre ellos. Sobre los hombres, lo uso en plural, pero que para cada mujer es uno solamente: ése que ha dejado su huella en nuestra vida.
Y es sólo uno.
Es ése especial. Ése que, aunque pasen los años, los hijos, los recuerdos, las alegrías y las penas sobresaldrá en ciertos momentos y nos arrancará una sonrisa, leve y apenas perceptible, pero de un gran significado.
Estoy cierta que en la vida de cada quien hay alguien.
Y cuando ese alguien es sólo recuerdo, es sólo pasado, pues así se queda. En eso: sólo recuerdo, sólo pasado.
Pero cuando ese alguien vuelve realmente a nuestra vida, todo se cimbra.
Y más si vuelve como si nada hubiera pasado. Como si los años no contaran. Como si las angustias, las sonrisas, los afanes y las arrugas no hubieran marcado la vida.
Hay algunos hombres que después de muchos, muchos años regresan sonriendo, saludando y preguntando solamente "¿cómo has estado? ¿cómo te va?". Y te saludan de beso, tan animosos como si apenas ayer los hubieras despedido. Y se sientan, y platican y sonríen. Y luego se despiden esperando volver mañana reanudando algo que al parecer, han dejado inconcluso.
¿Por qué vuelven? ¿Por qué...? ¿Qué buscan? ¿Qué quieren?
¿Qué no saben que si se fueron y abandonaron un camino al lado nuestro es porque así lo decidieron?
¿Qué esperan? y ¿para qué?
Son muchas las preguntas. Demasiadas.
Las respuestas dan vueltas en mi cabeza sumiéndome en un torbellino del cual quisiera salir y no estoy muy segura de hacerlo de manera limpia.
En fin, al tiempo...

viernes, 6 de junio de 2008

miércoles, 28 de mayo de 2008

MONÓLOGO (2a. PARTE)

"¡Liberación femenina!...
No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una escoba, pero con senos y pompis bien firmes, para lo cual tengo que matarme en el gimnasio, además de morir de hambre, ponerme hidratantes, antiarrugas, padecer complejo de radiador viejo tomando agua a todas horas y demás armas para no caer vencida por la vejez; maquillarme impecablemente cada mañana desde la frente al escote, tener el pelo impecable y no atrasarme con las mechas, asumir que las canas son peor que la lepra; elegir bien la ropa, los zapatos y los accesorios, no sea que no esté presentable para esa reunión de trabajo. Además tener que resolver la mitad de las cosas por el celular, instalarme todo el día frente a la PC trabajando como una esclava (moderna, claro está) con un teléfono en el oído y el otro oído libre para escuchar el entorno e ir resolviendo problemas uno detrás de otro, que además ¡ni son mis problemas!
Todo, para salir con los ojos rojos (por el monitor, claro, porque para llorar de amor no hay tiempo)
¡Y mira que teníamos todo resuelto!
Estamos pagando el precio por estar siempre en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas. Ya ni hablar del currículum impecable, lleno de diplomas, doctorados y especialidades.
Nos volvimos super mujeres.
Pero seguimos ganado menos que ellos y de todos modos nos dan órdenes.
¡Basta!
Quiero que alguien me abra la puerta para que pueda pasar, que corra la silla cuando me voy a sentar, que me mande flores, que me dé serenatas en la ventana.
Si nosotras ya sabíamos que teníamos un cerebro y que lo podíamos usar. ¿Para qué había que demostrárselo a ellos?
¡Ay, Dios mío, son las 6:30 am y tengo que levantarme...!
¡Que fría está esta solitaria y grandísima cama!
Quiero que un maridito llegue del trabajo, que se siente en el sofá, que disfrutemos de una cena juntos, que me haga el amor, que me haga sentir mujer...
Porque descubrí que es mucho mejor servirle una cena casera que atragantarme con un sandwich y una Coca-Cola Light mientras termino el trabajo que me traje a casa.
No, mis queridas colegas, inteligentes, realizadas, liberadas... y abandonadas y lo peor aun, ¡tontas!
Estoy hablando muy seriamente...
Renuncio a mi puesto de mujer super moderna. ¿Alguien más se suma...?"

Publico esto que me enviaron al mail para que lo lean y se enteren todas las mujeres bellas y femeninas y, por supuesto, también los hombres que creen que no necesitamos de ellos porque somos muy independientes, para ver si así les cae el veinte y nos apapachan más.