"¡Liberación femenina!...
No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una escoba, pero con senos y pompis bien firmes, para lo cual tengo que matarme en el gimnasio, además de morir de hambre, ponerme hidratantes, antiarrugas, padecer complejo de radiador viejo tomando agua a todas horas y demás armas para no caer vencida por la vejez; maquillarme impecablemente cada mañana desde la frente al escote, tener el pelo impecable y no atrasarme con las mechas, asumir que las canas son peor que la lepra; elegir bien la ropa, los zapatos y los accesorios, no sea que no esté presentable para esa reunión de trabajo. Además tener que resolver la mitad de las cosas por el celular, instalarme todo el día frente a la PC trabajando como una esclava (moderna, claro está) con un teléfono en el oído y el otro oído libre para escuchar el entorno e ir resolviendo problemas uno detrás de otro, que además ¡ni son mis problemas!
Todo, para salir con los ojos rojos (por el monitor, claro, porque para llorar de amor no hay tiempo)
¡Y mira que teníamos todo resuelto!
Estamos pagando el precio por estar siempre en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas. Ya ni hablar del currículum impecable, lleno de diplomas, doctorados y especialidades.
Nos volvimos super mujeres.
Pero seguimos ganado menos que ellos y de todos modos nos dan órdenes.
¡Basta!
Quiero que alguien me abra la puerta para que pueda pasar, que corra la silla cuando me voy a sentar, que me mande flores, que me dé serenatas en la ventana.
Si nosotras ya sabíamos que teníamos un cerebro y que lo podíamos usar. ¿Para qué había que demostrárselo a ellos?
¡Ay, Dios mío, son las 6:30 am y tengo que levantarme...!
¡Que fría está esta solitaria y grandísima cama!
Quiero que un maridito llegue del trabajo, que se siente en el sofá, que disfrutemos de una cena juntos, que me haga el amor, que me haga sentir mujer...
Porque descubrí que es mucho mejor servirle una cena casera que atragantarme con un sandwich y una Coca-Cola Light mientras termino el trabajo que me traje a casa.
No, mis queridas colegas, inteligentes, realizadas, liberadas... y abandonadas y lo peor aun, ¡tontas!
Estoy hablando muy seriamente...
Renuncio a mi puesto de mujer super moderna. ¿Alguien más se suma...?"
Publico esto que me enviaron al mail para que lo lean y se enteren todas las mujeres bellas y femeninas y, por supuesto, también los hombres que creen que no necesitamos de ellos porque somos muy independientes, para ver si así les cae el veinte y nos apapachan más.
No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una escoba, pero con senos y pompis bien firmes, para lo cual tengo que matarme en el gimnasio, además de morir de hambre, ponerme hidratantes, antiarrugas, padecer complejo de radiador viejo tomando agua a todas horas y demás armas para no caer vencida por la vejez; maquillarme impecablemente cada mañana desde la frente al escote, tener el pelo impecable y no atrasarme con las mechas, asumir que las canas son peor que la lepra; elegir bien la ropa, los zapatos y los accesorios, no sea que no esté presentable para esa reunión de trabajo. Además tener que resolver la mitad de las cosas por el celular, instalarme todo el día frente a la PC trabajando como una esclava (moderna, claro está) con un teléfono en el oído y el otro oído libre para escuchar el entorno e ir resolviendo problemas uno detrás de otro, que además ¡ni son mis problemas!
Todo, para salir con los ojos rojos (por el monitor, claro, porque para llorar de amor no hay tiempo)
¡Y mira que teníamos todo resuelto!
Estamos pagando el precio por estar siempre en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas. Ya ni hablar del currículum impecable, lleno de diplomas, doctorados y especialidades.
Nos volvimos super mujeres.
Pero seguimos ganado menos que ellos y de todos modos nos dan órdenes.
¡Basta!
Quiero que alguien me abra la puerta para que pueda pasar, que corra la silla cuando me voy a sentar, que me mande flores, que me dé serenatas en la ventana.
Si nosotras ya sabíamos que teníamos un cerebro y que lo podíamos usar. ¿Para qué había que demostrárselo a ellos?
¡Ay, Dios mío, son las 6:30 am y tengo que levantarme...!
¡Que fría está esta solitaria y grandísima cama!
Quiero que un maridito llegue del trabajo, que se siente en el sofá, que disfrutemos de una cena juntos, que me haga el amor, que me haga sentir mujer...
Porque descubrí que es mucho mejor servirle una cena casera que atragantarme con un sandwich y una Coca-Cola Light mientras termino el trabajo que me traje a casa.
No, mis queridas colegas, inteligentes, realizadas, liberadas... y abandonadas y lo peor aun, ¡tontas!
Estoy hablando muy seriamente...
Renuncio a mi puesto de mujer super moderna. ¿Alguien más se suma...?"
Publico esto que me enviaron al mail para que lo lean y se enteren todas las mujeres bellas y femeninas y, por supuesto, también los hombres que creen que no necesitamos de ellos porque somos muy independientes, para ver si así les cae el veinte y nos apapachan más.
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