Ahora sí, Doña Irma, no sabía qué hacer.
Sentía unas punzadas constantes, ligeras.
Sabía bien que eso era signo de que algo malo estaba en su cuerpo y que si no acudía al médico, la situación se agravaría.
Le daba miedo ir al médico. No por lo que le dijera sobre su posible enfermedad, sino por el regaño que pudiera recibir por no haberse atendido antes.
Ésa era realmente la causa de su indecisión.
Cuando ella me comentó todo lo anterior y me pidió mi parecer, yo no tuve más remedio que decirle que no atrasara más lo que había qué hacer. ¿Qué cosa era eso? No lo sé, pero era mejor enterarse ahora. Ya. No esperar más.
Ella se fue pensando, dándome las gracias por el consejo.
Yo pienso que más bien me dio las gracias por escucharla...
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