Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






lunes, 21 de septiembre de 2009

¿VIVA MEXICO?

Salimos lentamente del andén Zócalo del Metro.
Íbamos a la presentación multimedia a la que había invitado el Gobierno (no sé si Federal o del D.F.) en el Zócalo de la Ciudad de México. Tranquilos, sin prisas, animados caminábamos lentamente en medio de un mar de gente que pasaba por los torniquetes de la estación a la única salida abierta a esa hora: la que va rumbo a la Catedral Metropolitana (1er. error: una sola salida abierta y sin avisar). Nos detuvimos. Ya no caminábamos. Y empezaron los chiflidos, así, iguales a los que oyes en el cine cuando la función no empieza. Nosotros sólo sonreimos y en silencio, un poco entre apreturas, esperamos, no sé qué, pero esperamos. Yo la verdad me empecé a desesperar "Esto es lo que no me gusta ¡tanta gente! ¡demasiada!" Mi amiga y su hija sólo me vieron sonriendo.
Caminábamos muy lentamente. Y los chiflidos aumentaban.
Yo no entendía por qué nos deteníamos. Por qué, nos parábamos. Por qué en cierto momento no caminábamos. Cuando salimos a la Plaza de la Constitución por esas escaleras nos dimos cuenta por qué: estaba cerrada la "caminada" derecho, en linea recta; sólo podías caminar dando vuelta a la derecha, como yendo a la calle de Moneda (2do. error: sólo puedes dar la vuelta a un lado y los puestos callejeros obstruyendo ésa vuelta).
Ya afuera, sobre el costado izquierdo de la Plaza, intentamos movernos a la derecha. No pudimos. Seguimos a alguna personas, que sin oir las recomendaciones de dos o tres hombres con gafetes les decían que "por ahí no....". Pisaban los arbolitos y prados llenos de flores, sin importarles nada. El chiste era pasar.
Yo sugerí darle la vuelta a Palacio por Correo Mayor. "No", me dijeron los cuates. Optamos por irnos atrás de Catedral, por Guatemala y llegamos hasta enfrente del Monte de Piedad. Ahí, enfrente, unos danzantes iniciaban su ritual sahumando con copal el lugar. Unos vendedores ambulantes más adelante pudimos observar que podríamos acceder por ahí al centro de la Plaza. Error, pienso, nuestro. Toda la gente que iba pensaba lo mismo.
Sugerí subir a cualquiera de las terrazas de los restaurantes del sitio. Aceptada la idea intentamos llegar a 5 de Mayo. ¡No se podía caminar! (3er. error: no había vallas ni nada que te dirigiera) A duras penas conseguimos llegar a una tienda de artesanías que tiene justamente un restaurant en su parte alta. No pudimos llegar al restaurant porque no teníamos reservación. Ahí nos quedamos, en la planta baja, platicando, sin ver la primera presentación. Esperamos a ver si nos podíamos salir de aquel lugar e irnos a casa. Pero no, no pudimos salir. A lo lejos se oían unas voces, jóvenes "¡Queremos salir! ¡queremos salir! ¡queremos salir!" Y la presentación seguía su curso. Y nosotros sin ver nada.
Terminado el espectáculo, intentamos movernos. Irnos. No pudimos. No hubo modo. Ahí nos quedamos otro rato esperando, no sé qué, pero esperando.

Al fin, después de un rato, empezamos a ver movimientos de personas. "¡Ya vámonos!" "Pero si no hemos visto nada, ¿cómo nos vamos a ir?" "No importa, ¡ya vámonos! Hay demasiada gente y es mejor salirnos ahorita" Y empezamos a movernos. Nos metimos materialmente en un río de gente y nos dejamos llevar.

De pronto, sorpresivamente, se fueron abriendo espacios que nosotros aprovechamos y que nos llevaron al centro de la plancha del Zócalo. Justo atrás del asta bandera. Ahí, ya bastante despejado, esperamos al inicio de la siguiente presentación, la que vimos tranquilamente, sin apretujones, sin sobresaltos.

Terminada ésta, satisfechos, comentando alegremente, nos fuimos rumbo a 20 de Noviembre, para ir después sobre Pino Suárez. No pudimos llegar ni a la mitad de la primera cuadra. Detenidos materialmente no caminábamos nada. "¿Por qué...? ¿Por qué no avanzamos?" Y la gente seguía acercándose más, amenazando nuestra integridad física, sintiendo cómo el de atrás te empuja y te aprieta contra el de adelante. Y había niños, y ancianos, y mujeres embarazadas. Y todos intentando salir. Pero, no avanzábamos. No alcanzábamos a ver por qué.

Cuando llegamos a la esquina de Venustiano Carranza y 20 de Noviembre entendimos el por qué: la calle estaba cerrada por un montón de gente que intentaba entrar a la Plaza de la Constitución. O dicho de otra manera: un tapón de gente, que venía de Izazaga estaba parada sobre todo 20 de Noviembre esperando entrar al Zócalo (4to. error: otra vez, ¿las vallas? ¿dónde están las vallas? ¿dónde están los organizadores diciendo que por un lado se entra y por otro se sale?). A alguien le oí decir que eso estaba muy congestionado, que había mucho tráfico. Yo sólo respondí: "pues que construyan un segundo piso y que cobren por circular en él". Risas de los cuates, lo que hizo que el ambiente se distensara un poco, pero las apreturas no, ¿eh?

Por fin, pudimos dar la vuelta a la derecha y llegamos, ya más holgadamente a 5 de Febrero.

Caminamos hasta Bolívar para encontrarnos con otras amigas a las que perdimos desde la salida del Metro y nos reunimos para comentar los incidentes.


Hoy, ya más tranquila, recupero las noticias en el periódico: aglomeraciones, falta de organización, ausencia de vigilancia, insuficientes guardias, Protección Civil rebasada, algunos perdidos y encontrados, algunos desmayados, "saldo blanco" como reporte.


Y me enteré, también, que al espectáculo invitó el Gobierno Federal.
Foto: de La Jornada; Ma. Luisa Severiano;
Domingo 20 de Septiembre de 2009

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