Le cambio frecuentemente al radio y voy buscando a ciertas horas algunos noticieros, más por los comentaristas que por lo que en sí dicen, pues todos, absolutamente todos dicen las mismas noticias: a cuántos mataron ese día o el anterior, en dónde está el tráfico y no se puede pensar siquiera en avanzar, la catástrofe natural del día y el último chisme político (desde la aparición y/o declaración de algún ex-presidente hasta los devaneos del presidenciable). Poco me gusta oir los chismes del espectáculo y definitivamente no oigo los deportes.
Todo eso lo redondeo con la lectura del periódico del día, más que nada de los editoriales en donde se pueden leer distintos puntos de vista del mismo asunto.
Y me gusta seguir algunas noticias, día tras día, hasta su conclusión (cuando la hay) o ver cómo se opacan ante un nuevo suceso.
Eso fue lo que me hizo seguir si no tan de cerca, sí atentamente aquélla levantada de mano de un extraño por un político muy conocido en un templete en donde le pregunta "Y tú, ¿cómo te llamas?" y después de eso, invitar a toda la gente a votar por él. Y luego decirle "No te la vayas a creer".
El problema no fue ése, realmente. Ahora lo sé.
El problema es que ¡yo sí me la creí...!
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