Todo empezó ese día que salió por primera vez de su casa que estaba en aquel lugar de La Mancha, para cabalgar feliz por estar viviendo en esa "dichosa edad y siglo dichoso donde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria de lo futuro". Había resuelto los tres principios fundamentales de la caballería andante.
Primero, haberse llamado "don Quijote" y agregándole "de la Mancha", por ser ése su lugar de origen, como lo había hecho 'Amadis' , anexando el 'de Gaula' por haber nacido ahí. Nunca más se refirieron a él como don Alonso Quijada o Quesada, sino hasta el día de su muerte; el segundo, después de haberse mudado de nombre, fue cambiárselo a su caballo, al que le puso Rocinante "nombre a su parecer, alto, sonoro y significativo, de lo que había sido cuando fue rocín"; por último, , y no por eso menos importante, necesitaba tener una dama para cuando venciera a algún gigante "tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora y diga con voz humilde y rendido 'Yo señora'..."
Había por ahí una moza llamada Aldonza Lorenzo y a ella fue a quien le pareció oportuno darle ese título de "Señora de sus pensamientos", y desde entonces Dulcinea del Toboso es una mujer cuyo nombre "músico y peregrino" es el símbolo del amor y musa de todas nuestras fatigas y desventuras en este mundo donde sigue habiendo tantas "sinrazones que enmendar".
Tomado de: Martín Casillas: Siete razones para leer a Cervantes; en Revista "Día Siete"No. 169; pag. 32
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