Cuando alguien sugirió publicar con el título que se ve en este post, pensé en transcribir un poema que alguna vez leí por ahí. No lo encontré, afortunadamente. Porque buscando me encontré con una lectura que, pienso, es claramente despcriptiva del título: Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez.
Recordé que yo me acerqué a esta lectura en la secundaria y que me causó gran alegría enterarme que podía existir un burrito blanco, y que se llamaba Platero.La lectura en sí me produjo, me produce, una entrañable alegría, hace que sonría y que me imagine a este burrito blanco como el título de este post: suave. Pero no es sólo imaginarme al burrito, sino también lo que hace, la forma como pace, la manera en que se aproxima a las flores, a los frutos, a las mariposas; hasta su trote es suave como es el lugar donde vive, el ambiente de campo, los hombres que ahí viven, los olores, los sonidos; las risas de las personas, los rayos del sol, incluso los pesares y sinsabores Todo transcurriendo suavemente.
Doy gracias a quien sugirió el tema pues me hizo recordar agradables momentos, traerlos al presente; al tiempo que me dio la oportunidad de releer a tan buen autor.
Transcribo un fragmento de lo que comento:
"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes, gualdas... Lo llamo dulcemente: "¡Platero!". Y viene a mi con su trotecillo alegre que parece que se ríe, en no se qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña... pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paseo sobre él los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
-- Tien´asero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo."
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes, gualdas... Lo llamo dulcemente: "¡Platero!". Y viene a mi con su trotecillo alegre que parece que se ríe, en no se qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña... pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paseo sobre él los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
-- Tien´asero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo."
Otros, se dejan llevar por el mismo título. Ojalá logren su cometido. Te invito a que los leas y me comentes:
1 comentario:
yo lei ese cuento en la primaria, me gusta mucho... saludos!
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