Dar de comer, atender a los niños, lavar la ropa... Y después, en la tarde, planchar viendo la telenovela (bastante mala por cierto, pero no había más que ver en la tele abierta), mientras que los niños juegan, se pelean entre ellos, el perro corre de aquí para allá. Los ruidos de los niños no la dejan... Y más tarde recibir a su esposo oyendo sus múltiples quejas sobre el jefe y los compañeros de trabajo.
La plancha iba de un lado a otro alisando las arrugas que deja la secadora. Y viendo este ir y venir fue que quiso ser otra.
Pensó ¿y si no me hubiera casado...? ¿y si no hubiera dejado la Universidad...? ¿y si le hubiera hecho caso a mis papás y me hubiera ido a donde me decían...? ¿y si, después del primer hijo, me hubiera separado...? ¿y si hubiera aceptado el negocio que me ofrecían...? ¿y si....?
Un ruido fuera de lo común la sacó de sus pensamientos. Era el timbre de la puerta. Fue a abrir: era el abonero de las colchas.
La realidad era ésta.
¿Para qué soñar?
1 comentario:
Lo malo es que se tiene más de realidad que de vida.
Saludos!!
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