Dubito, ergo cogito, ergo sum
Descartes






jueves, 4 de agosto de 2011

TALATOSAURIO

Cuando leyó la palabra, no lo creyó.

La volvió a leer, lentamente, casi deletreando, para así estar segura de no equivocarse.

Pues no, no estaba equivocada. Ahí leía "talatosaurio".

Lentamente empezó a leer las descripciones que se daban sobre el reciente hallazgo de un fósil, dejado al descubierto por una marea muy baja en Alaska. Se enteró de las peripecias de los geólogos cuando vieron el fósil y de los primeros reportes que hicieron al hacer público su hallazgo: 220 millones de años estaban ante sus ojos, incrustados en una roca, petrificados.



Marina Iturriaga leía la noticia cada vez más asombrada, porque toda su vida, como investigadora, había perseguido un reptil de estos y lo más que había conseguido era estar cerca de una réplica bastante buena de un fósil de China.

Inmediatamente llamó a su maestro en la Universidad y buscó ser incluída en el equipo que lo rescataría.

¡Demasiado tarde! El fósil ya había sido incluso llevado al Museo de Ciencias de Alaska y ahí lo estaban recuperando.

Marina tendría que ir entonces a Alaska. No había de otra.

Hizo las llamadas necesarias y a los pocos días ya estaba preparando su viaje.


. . . . . . . . . .


Hoy, después de varios intentos por localizar a Marina, me pude comunicar con ella. La oí muy triste porque su viaje a Alaska se había cancelado.

¡Le dio sarampión!